Page 228 - Crepusculo 1
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Sentí náuseas en la boca del estómago mientras hablaba. Esto era algo que yo no había
previsto.
—Hay algo que me gustaría restregarle un poco por las narices a tu novio. La solución
fue obvia desde el principio, y siempre temí que tu Edward se percatara y echara a perder la
diversión. Me pasó una vez, oh, sí, hace siglos. La primera y única vez que se me ha escapado
una presa.
»E1 vampiro que tan estúpidamente se había encariñado con aquella insignificante presa
hizo la elección que tu Edward ha sido demasiado débil para llevar a cabo, ya ves. Cuando
aquel viejo supo que iba detrás de su amiguita, la raptó del sanatorio mental donde él
trabajaba —nunca entenderé la obsesión que algunos vampiros tienen por vosotros, los
humanos—, y la liberó de la única forma que tenía para ponerla a salvo. La pobre criaturita ni
siquiera pareció notar el dolor. Había permanecido encerrada demasiado tiempo en aquel
agujero negro de su celda. Cien años antes la habrían quemado en la hoguera por sus visiones,
pero en el siglo XIX te llevaban al psiquiátrico y te administraban tratamientos de electro—
choque. Cuando abrió los ojos fortalecida con su nueva juventud, fue como si nunca antes
hubiera visto el sol. El viejo la convirtió en un nuevo y poderoso vampiro, pero entonces yo
ya no tenía ningún aliciente para tocarla —suspiró—. En venganza, maté al viejo.
—Alice —dije en voz baja, atónita.
—Sí, tu amiguita. Me sorprendió verla en el claro. Supuse que su aquelarre obtendría
alguna ventaja de esta experiencia. Yo te tengo a ti, y ellos la tienen a ella. La única víctima
que se me ha escapado, todo un honor, la verdad.
»Y tenía un olor realmente delicioso. Aún lamento no haber podido probarla... Olía
incluso mejor que tú. Perdóname, no quiero ofenderte, tú hueles francamente bien. Un poco
floral, creo...
Dio otro paso en mi dirección hasta situarse a poca distancia. Levantó un mechón de mi
pelo y lo olió con delicadeza. Entonces, lo puso otra vez en su sitio con dulzura y sentí sus
dedos fríos en mi garganta. Alzó luego la mano para acariciarme rápidamente una sola vez la
mejilla con el pulgar, con expresión de curiosidad. Deseaba echar a correr con todas mis
fuerzas, pero estaba paralizada. No era capaz siquiera de estremecerme.
—No —murmuró para sí mientras dejaba caer la mano—. No lo entiendo —suspiró—.
En fin, supongo que deberíamos continuar. Luego, podré telefonear a tus amigos y decirles
dónde te pueden encontrar, a ti y a mi mensajito.
Ahora me sentía realmente mal. Supe que iba a ser doloroso, lo leía en sus ojos. No se
conformaría con ganar, alimentarse y desaparecer. El final rápido con que yo contaba no se
produciría. Empezaron a temblarme las rodillas y temí caerme de un momento a otro.
El cazador retrocedió un paso y empezó a dar vueltas en torno a mí con gesto
indiferente, como si quisiera obtener la mejor vista posible de una estatua en un museo. Su
rostro seguía siendo franco y amable mientras decidía por dónde empezar.
Entonces, se echó hacia atrás y se agazapó en una postura que reconocí de inmediato.
Su amable sonrisa se ensanchó, y creció hasta dejar de ser una sonrisa y convertirse en un
amasijo de dientes visibles y relucientes.
No pude evitarlo, intenté correr aun sabiendo que sería inútil y que mis rodillas estaban
muy débiles. Me invadió el pánico y salté hacia la salida de emergencia.
Lo tuve delante de mí en un abrir y cerrar de ojos. Actuó tan rápido que no vi si había
usado los pies o las manos. Un golpe demoledor impactó en mi pecho y me sentí volar hacia
atrás, hasta sentir el crujido del cristal al romperse cuando mi cabeza se estrelló contra los
espejos. El cristal se agrietó y los trozos se hicieron añicos al caer al suelo, a mi lado.
Estaba demasiado aturdida para sentir el dolor. Ni siquiera podía respirar.
Se acercó muy despacio.
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