Page 65 - Crepusculo 1
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—Ya sabes, los fríos han sido tradicionalmente enemigos nuestros, pero el grupo que
llegó a nuestro territorio en la época de mi tatarabuelo era diferente. No cazaban como lo
hacían los demás y no debían de ser un peligro para la tribu, por lo que mi antepasado llegó a
un acuerdo con ellos. No los delataríamos a los rostros pálidos si prometían mantenerse lejos
de nuestras tierras.
Me guiñó un ojo.
—Si no eran peligrosos, ¿por qué...? —intenté comprender al tiempo que me esforzaba
por ocultarle lo seriamente que me estaba tomando esta historia de fantasmas.
—Siempre existe un riesgo para los humanos que están cerca de los fríos, incluso si son
civilizados como ocurría con este clan —instiló un evidente tono de amenaza en su voz de
forma deliberada—. Nunca se sabe cuándo van a tener demasiada sed como para soportarla.
— ¿A qué te refieres con eso de «civilizados»?
—Sostienen que no cazan hombres. Supuestamente son capaces de sustituir a los
animales como presas en lugar de hombres.
Intenté conferir a mi voz un tono lo más casual posible.
— ¿Y cómo encajan los Cullen en todo esto? ¿Se parecen a los fríos que conoció tu
tatarabuelo?
—No —hizo una pausa dramática—. Son los mismos.
Debió de creer que la expresión de mi rostro estaba provocada por el pánico causado
por su historia. Sonrió complacido y continuó:
—Ahora son más, otro macho y una hembra nueva, pero el resto son los mismos. La
tribu ya conocía a su líder, Carlisle, en tiempos de mi antepasado. Iba y venía por estas tierras
incluso antes de que llegara tu gente.
Reprimió una sonrisa.
— ¿Y qué son? ¿Qué son los fríos?
Sonrió sombríamente.
—Bebedores de sangre —replicó con voz estremecedora—. Tu gente los llama
vampiros.
Permanecí contemplando el mar encrespado, no muy segura de lo que reflejaba mi
rostro.
—Se te ha puesto la carne de gallina —rió encantado.
—Eres un estupendo narrador de historias —le felicité sin apartar la vista del oleaje.
—El tema es un poco fantasioso, ¿no? Me pregunto por qué papá no quiere que
hablemos con nadie del asunto.
Aún no lograba controlar la expresión del rostro lo suficiente como para mirarle.
—No te preocupes. No te voy a delatar.
—Supongo que acabo de violar el tratado —se rió.
—Me llevaré el secreto a la tumba —le prometí, y entonces me estremecí.
—En serio, no le digas nada a Charlie. Se puso hecho una furia con mi padre cuando
descubrió que algunos de nosotros no íbamos al hospital desde que el doctor Cullen comenzó
a trabajar allí.
—No lo haré, por supuesto que no.
— ¿Qué? ¿Crees que somos un puñado de nativos supersticiosos? —preguntó con voz
juguetona, pero con un deje de precaución. Yo aún no había apartado los ojos del mar, por lo
que me giré y le sonreí con la mayor normalidad posible.
—No. Creo que eres muy bueno contando historias de miedo. Aún tengo los pelos de
punta.
—Genial.
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