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No hay en todo el vasto y oscuro mundo de espectros y demonios ninguna criatura tan
               terrible, ninguna tan temida y aborrecida, y aun así aureolada por una aterradora fascinación,
               como el vampiro, que en sí mismo no es espectro ni demonio, pero comparte con ellos su
               naturaleza oscura y posee las misteriosas y terribles cualidades de ambos.
                     Reverendo Montague Summers
                     Si hay en este mundo un hecho bien autenticado, ése es el de los vampiros. No le falta
               de  nada:  informes  oficiales,  declaraciones  juradas  de  personajes  famosos,  cirujanos,
               sacerdotes y magistrados.  Las pruebas judiciales son de lo más completas, y aun así, ¿hay
               alguien que crea en vampiros?
                     Rousseau
                     El  resto  del  sitio  consistía  en  un  listado  alfabético  de  los  diferentes  mitos  de  los
               vampiros por todo el mundo. El primero en el que hice clic fue el danag, un vampiro filipino a
               quien se suponía responsable de la plantación de taro en las islas mucho tiempo atrás. El mito
               aseguraba  que  los  danag  trabajaron  con  los  hombres  durante  muchos  años,  pero  la
               colaboración finalizó el día en que una mujer se cortó el dedo y un danag lamió la herida, ya
               que disfrutó tanto del sabor de la sangre que la desangró por completo.
                     Leí con atención las descripciones en busca de algo que me resultara familiar, dejando
               sólo lo verosímil. Parecía que la mayoría de los mitos sobre los vampiros se concentraban en
               reflejar a hermosas mujeres como demonios y a los niños como víctimas. También parecían
               estructuras  creadas  para  explicar  la  alta  tasa  de  mortalidad  infantil  y  proporcionar  a  los
               hombres una coartada para la infidelidad. En muchas de las historias se mezclaban espíritus
               incorpóreos y admoniciones contra los entierros realizados incorrectamente. No había mucho
               que guardara parecido con las películas que había visto, y sólo a unos pocos, como el estrie
               hebreo y el upier polaco, les preocupaba el beber sangre.
                     Sólo tres entradas atrajeron de verdad mi atención: el rumano varacolaci, un poderoso
               no muerto que podía aparecerse como un hermoso humano de piel pálida, el eslovaco nelapsi,
               una criatura de tal fuerza y rapidez que era capaz de masacrar toda una aldea en una sola hora
               después de la medianoche, y otro más, el stregoni benefici.
                     Sobre este último había una única afirmación.
                     Stregoni benefici: vampiro italiano que afirmaba estar del lado del bien; era enemigo
               mortal de todos los vampiros diabólicos.
                     Aquella pequeña entrada constituía un alivio, era el único entre cientos de mitos que
               aseguraba la existencia de vampiros buenos.
                     Sin embargo, en conjunto, había pocos que coincidieran con la historia de Jacob o mis
               propias  observaciones.  Había  realizado  mentalmente  un  pequeño  catálogo  y  lo  comparaba
               cuidadosamente con cada mito mientras iba leyendo. Velocidad, fuerza, belleza, tez pálida,
               ojos que cambiaban de color, y luego los criterios de Jacob: bebedores de sangre, enemigos de
               los  hombres  lobo,  piel  fría,  inmortalidad.  Había  muy  pocos  mitos  en  los  que  encajara  al
               menos un factor.
                     Y había otro problema adicional a raíz de lo que recordaba de las pocas películas de
               terror que había visto y que se reforzaba con aquellas lecturas: los vampiros no podían salir
               durante el día porque el sol los quemaría hasta reducirlos a cenizas. Dormían en ataúdes todo
               el día y sólo salían de noche.
                     Exasperada, apagué el botón de encendido del ordenador sin esperar a cerrar el sistema
               operativo correctamente. Sentí una turbación aplastante a pesar de toda mi irritación. ¡Todo
               aquello era tan estúpido! Estaba sentada en mi cuarto rastreando información sobre vampiros.
               ¿Qué era lo que me sucedía? Decidí que la mayor parte de la culpa estaba fuera del umbral de
               mi puerta, en el pueblo de Forks y, por extensión, en la húmeda península de Olympic.
                     Tenía que salir de la casa, pero no había ningún lugar al que quisiera ir que no implicara
               conducir durante tres días. Volví a calzarme las botas, sin tener muy claro adonde dirigirme, y




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