Page 74 - Crepusculo 1
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— ¡Bella! —oí gritar a alguien, y parecía la voz de Mike.
Al mirar a mi alrededor comprendí que la escuela se había ido llenando de gente
mientras estaba allí sentada, distraída. Todo el mundo llevaba camisetas, algunos incluso
vestían shorts a pesar de que la temperatura no debería sobrepasar los doce grados. Mike se
acercaba saludando con el brazo, lucía unos shorts de color caqui y una camiseta a rayas de
rugby.
Se sentó a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja y las cuidadas puntas del pelo
reluciendo a la luz del sol. Estaba tan encantado de verme que no pude evitar sentirme
satisfecha.
—No me había dado cuenta antes de que tu pelo tiene reflejos rojos —comentó
mientras atrapaba entre los dedos un mechón que flotaba con la ligera brisa.
—Sólo al sol.
Me sentí incómoda cuando colocó el mechón detrás de mi oreja.
—Hace un día estupendo, ¿eh?
—La clase de días que me gustan —dije mostrando mi acuerdo.
— ¿Qué hiciste ayer?
El tono de su voz era demasiado posesivo.
—Me dediqué sobre todo al trabajo de Literatura.
No añadí que lo había terminado, no era necesario parecer pagada de mí misma. Se
golpeó la frente con la base de la mano.
—Ah, sí... Hay que entregarlo el jueves, ¿verdad?
—Esto... Creo que el miércoles.
— ¿El miércoles? —Frunció el ceño—. Mal asunto. ¿Sobre qué has escrito el tuyo?
—Acerca de la posible misoginia de Shakespeare en el tratamiento de los personajes
femeninos.
Me contempló como si le hubiera hablado en chino.
—Supongo que voy a tener que ponerme a trabajar en eso esta noche —dijo
desanimado—. Te iba a preguntar si querías salir.
—Ah.
Me había pillado con la guardia bajada. ¿Por qué ya no podía mantener una
conversación agradable con Mike sin que acabara volviéndose incómoda?
—Bueno, podíamos ir a cenar o algo así... Puedo trabajar más tarde.
Me sonrió lleno de esperanza.
—Mike... —odiaba que me pusieran en un aprieto—. Creo que no es una buena idea.
Se le descompuso el rostro.
— ¿Por qué? —preguntó con mirada cautelosa. Mis pensamientos volaron hacia
Edward, preguntándome si también Mike pensaba lo mismo.
—Creo, y te voy dar una buena tunda sin remordimiento alguno como repitas una sola
palabra de lo que voy a decir —le amenacé—, que eso heriría los sentimientos de Jessica.
Se quedó aturdido. Era obvio que no pensaba en esa dirección de ningún modo.
—Jessica?
—De verdad, Mike, ¿estás ciego?
—Vaya —exhaló claramente confuso.
Aproveché la ventaja para escabullirme.
—Es hora de entrar en clase, y no puedo llegar tarde.
Recogí los libros y los introduje en mi mochila.
Caminamos en silencio hacia el edificio tres. Mike iba con expresión distraída.
Esperaba que, cualesquiera que fueran los pensamientos en los que estuviera inmerso, éstos le
condujeran en la dirección correcta.
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