Page 76 - Crepusculo 1
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Mamá:
Lo siento. He estado fuera. Me fui a la playa con algunos amigos y luego tuve que
escribir un trabajo para el instituto.
Mis excusas eran patéticas, por lo que renuncié a intentar justificarme.
Hoy hace un día soleado. Lo sé, yo también estoy muy sorprendida, por lo que me voy a
ir al aire libre para empaparme de toda la vitamina D que pueda. Te quiero.
Bella
Decidí matar una hora con alguna lectura que no estuviera relacionada con las clases.
Tenía una pequeña colección de libros que me había traído a Forks. El más gastado por el uso
era una recopilación de obras de Jane Austen. Lo seleccioné y me dirigí al patio trasero. Al
bajar las escaleras tomé un viejo edredón roto del armario de la ropa blanca.
Ya fuera, en. el pequeño patio cuadrado de Charlie, doblé el edredón por la mitad, lejos
del alcance de la sombra de los árboles, sobre el césped, que iba a permanecer húmedo sin
importar durante cuánto tiempo brillara el sol. Me tumbé bocabajo, con los tobillos
entrecruzados al aire, hojeando las diferentes novelas del libro mientras intentaba decidir cuál
ocuparía mi mente a fondo. Mis favoritas eran Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad.
Había leído la primera recientemente, por lo que comencé Sentido y sensibilidad, sólo para
recordar al comienzo del capítulo tres que el protagonista de la historia se llamaba Edward.
Enfadada, me puse a leer Mansfield Park, pero el héroe del texto se llamaba Edmund, y se
parecía demasiado. ¿No había a finales del siglo XVIII más nombres? Aturdida, cerré el libro
de golpe y me di la vuelta para tumbarme de espaldas. Me arremangué la blusa lo máximo
posible y cerré los ojos. No quería pensar en otra cosa que no fuera el calor del sol sobre mi
piel, me dije a mí misma. La brisa seguía siendo suave, pero su soplo lanzaba mechones de
pelo sobre mi rostro, haciéndome cosquillas. Me recogí el pelo detrás de la cabeza, dejándolo
extendido en forma de abanico sobre el edredón, y me concentré de nuevo en el calor que me
acariciaba los párpados, los pómulos, la nariz, los labios, los antebrazos, el cuello y calentaba
mi blusa ligera.
Lo próximo de lo que fui consciente fue el sonido del coche patrulla de Charlie al girar
sobre las losas de la acera. Me incorporé sorprendida al comprender que la luz ya se había
ocultado detrás de los árboles y que me había dormido. Miré a mi alrededor, hecha un lío, con
la repentina sensación de no estar sola.
— ¿Charlie? —pregunté, pero sólo oí cerrarse de un portazo la puerta de su coche frente
a la casa.
Me incorporé de un salto, con los nervios a flor de piel sin ningún motivo, para recoger
el edredón, ahora empapado, y el libro. Corrí dentro para echar algo de gasóleo a la estufa al
tiempo que me daba cuenta de que la cena se iba a retrasar. Charlie estaba colgando el cinto
con la pistola y quitándose las botas cuando entré.
—Lo siento, papá, la cena aún no está preparada. Me quedé dormida ahí fuera —dije
reprimiendo un bostezo.
—No te preocupes ——contestó—. De todos modos, quería enterarme del resultado del
partido.
Vi la televisión con Charlie después de la cena, por hacer algo. No había ningún
programa que quisiera ver, pero él sabía que no me gustaba el baloncesto, por lo que puso una
estúpida comedia de situación que no disfrutamos ninguno de los dos. No obstante, parecía
feliz de que hiciéramos algo juntos. A pesar de mi tristeza, me sentí bien por complacerle.
—Papá —dije durante los anuncios—, Jessica y Angela van a ir a mirar vestidos para el
baile mañana por la tarde a Port Angeles y quieren que las ayude a elegir. ¿Te importa que las
acompañe?
—Jessica Stanley? —preguntó.
—Y Angela Weber.
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