Page 80 - Crepusculo 1
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No  hubo  problema  en  encontrar  la  librería,  pero  no  tenían  lo  que  buscaba.  Los
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               escaparates  estaban  llenos  de  vasos  de  cristal,  dreamcatchers   y  libros  sobre  sanación
               espiritual. Ni siquiera entré. Desde fuera vi a una mujer de cincuenta años con una melena
               gris que le caía sobre la espalda. Lucía un vestido de los años sesenta y sonreía cordialmente
               detrás de un mostrador. Decidí que era una conversación que me podía evitar. Tenía que haber
               una librería normal en la ciudad.
                     Anduve entre las calles, llenas por el tráfico propio del final de la jornada laboral, con la
               esperanza de dirigirme hacia el centro. Caminaba sin saber adonde iba porque luchaba contra
               la  desesperación,  intentaba  no  pensar  en  él  con  todas  mis  fuerzas  y,  por  encima  de  todo,
               pretendía acabar con mis esperanzas para el viaje del sábado, temiendo una decepción aún
               más dolorosa que el resto. Cuando alcé los ojos y vi un Volvo plateado aparcado en la calle
               todo se me vino encima. Vampiro estúpido y voluble, pensé.
                     Avancé  pisando  fuerte  en  dirección  sur,  hacia  algunas  tiendas  de  escaparates  de
               apariencia prometedora, pero cuando llegué al lugar, sólo se trataba de un establecimiento de
               reparaciones y otro que estaba desocupado. Aún me quedaba mucho tiempo para ir en busca
               de Jess y Angela, y necesitaba recuperar el ánimo antes de reunirme con ellas. Después de
               mesarme los cabellos un par de veces al tiempo que suspiraba profundamente, continué para
               doblar la esquina.
                     Al cruzar otra calle comencé a darme cuenta de que iba en la dirección equivocada. Los
               pocos viandantes que había visto se dirigían hacia el norte y la mayoría de los edificios de la
               zona parecían almacenes. Decidí dirigirme al este en la siguiente esquina y luego dar la vuelta
               detrás  de  unos  bloques  de  edificios  para  probar  suerte  en  otra  calle  y  regresar  al  paseo
               marítimo.
                     Un  grupo  de  cuatro  hombres  doblaron  la  esquina  a  la  que  me  dirigía.  Yo  vestía  de
               manera demasiado informal para ser alguien que volvía a casa después de la oficina, pero
               ellos iban demasiado sucios para ser turistas. Me percaté de que no debían de tener muchos
               más años que yo conforme se fueron aproximando. Iban bromeando entre ellos en voz alta,
               riéndose escandalosamente y dándose codazos unos a otros. Salí pitando lo más lejos posible
               de la parte interior de la acera para dejarles vía libre, caminé rápidamente mirando hacia la
               esquina, detrás de ellos.
                     — ¡Eh, ahí! —dijo uno al pasar.
                     Debía de estar refiriéndose a mí, ya que no había nadie más por los alrededores. Alcé la
               vista de inmediato. Dos de ellos se habían detenido y los otros habían disminuido el paso. El
               más próximo, un tipo corpulento, de cabello oscuro y poco más de veinte años, era el que
               parecía haber hablado. Llevaba una camisa de franela abierta sobre una camiseta sucia, unos
               vaqueros con desgarrones y sandalias. Avanzó medio paso hacia mí.
                     — ¡Pero bueno! —murmuré de forma instintiva.
                     Entonces  desvié  la  vista  y  caminé  más  rápido  hacia  la  esquina.  Les  podía  oír  reírse
               estrepitosamente detrás de mí.
                     — ¡Eh, espera! —gritó uno de ellos a mis espaldas, pero mantuve la cabeza gacha y
               doblé la esquina con un suspiro de alivio. Aún les oía reírse ahogadamente a mis espaldas.
                     Me encontré andando sobre una acera que pasaba junto a la parte posterior de varios
               almacenes  de  colores  sombríos,  cada  uno  con  grandes  puertas  en  saliente  para  descargar


                     2  [N. del T.] Objeto consistente en un círculo del que penden plumas en cuyo
               centro  hay  una  red;  se  cuelga  en  la  pared  de  los  dormitorios,  ya  que,  según  la
               tradición de los indios ojibwa, atrapa las pesadillas de los niños dormidos.





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