Page 77 - Crepusculo 1
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Suspiré mientras le daba todos los detalles.
—Pero tú no vas a asistir al baile, ¿no? —comentó. No lo entendía.
—No, papá, pero las voy a ayudar a elegir los vestidos —no tendría que explicarle esto
a una mujer—. Ya sabes, aportar una crítica constructiva.
—Bueno, de acuerdo —pareció comprender que aquellos temas de chicas se le
escapaban—. Aunque, ¿no hay colegio por la tarde?
—Saldremos en cuanto acabe el instituto, por lo que podremos regresar temprano. Te
dejaré lista la cena, ¿vale?
—Bella, me he alimentado durante diecisiete años antes de que tú vinieras —me
recordó.
—Y no sé cómo has sobrevivido —dije entre dientes para luego añadir con mayor
claridad—: Te voy a dejar algo de comida fría en el frigorífico para que te prepares un par de
sandwiches, ¿de acuerdo? En la parte de arriba.
Me dedicó una divertida mirada de tolerancia.
Al día siguiente, la mañana amaneció soleada. Me desperté con esperanzas renovadas
que intenté suprimir con denuedo. Como el día era más templado, me puse una blusa escotada
de color azul oscuro, una prenda que hubiera llevado en Phoenix durante lo más crudo del
invierno.
Había planeado llegar al colegio justo para no tener que esperar a entrar en clase.
Desmoralizada, di una vuelta completa al aparcamiento en busca de un espacio al tiempo que
buscaba también el Volvo plateado, que, claramente, no estaba allí. Aparqué en la última fila
y me apresuré a clase de Lengua, llegando sin aliento ni brío, pero antes de que sonara el
timbre.
Ocurrió lo mismo que el día anterior. No pude evitar tener ciertas esperanzas que se
disiparon dolorosamente cuando en vano recorrí con la mirada el comedor y comprobé que
seguía vacío el asiento contiguo al mío de la mesa de Biología.
El plan de ir a Port Angeles por la tarde regresó con mayor atractivo al tener Lauren
otros compromisos. Estaba ansiosa por salir del pueblo, para poder dejar de mirar por encima
del hombro, con la esperanza de verlo aparecer de la nada como siempre hacía. Me prometí a
mí misma que iba a estar de buen humor para no arruinar a Angela ni a Jessica el placer de la
caza de vestidos. Puede que también yo hiciera algunas pequeñas compras. Me negaba a creer
que esta semana podría ir de compras sola en Seattle porque Edward ya no estuviera
interesado en nuestro plan. Seguramente no lo cancelaría sin decírmelo al menos.
Jessica me siguió hasta casa en su viejo Mercury blanco después de clase para que
pudiera dejar los libros y mi coche. Me cepillé el pelo a toda prisa mientras estaba dentro,
sintiendo resurgir una leve excitación ante la expectativa de salir de Forks. Sobre la mesa,
dejé una nota para Charlie en la que le volvía a explicar dónde encontrar la cena, cambié mi
desaliñada mochila escolar por un bolso que utilizaba muy de tarde en tarde y corrí a reunirme
con Jessica. A continuación fuimos a casa de Angela, que nos estaba esperando. Mi
excitación crecía exponencialmente conforme el coche se alejaba de los límites del pueblo.
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