Page 83 - Crepusculo 1
P. 83
Pero me sentía totalmente segura y, por el momento, daba igual adonde fuéramos. Le
miré con profundo alivio, un alivio que iba más allá de mi repentina liberación. Estudié las
facciones perfectas del rostro de Edward a la escasa luz del salpicadero, esperando a recuperar
el aliento, hasta que me pareció que su expresión reflejaba una ira homicida.
— ¿Estás enfadado conmigo? —le pregunté, sorprendida de lo ronca que sonó mi voz.
—No —respondió tajante, pero su tono era de furia.
Me quedé en silencio, contemplando su cara mientras él miraba al frente con unos ojos
rojos como brasas, hasta que el coche se detuvo de repente. Miré alrededor, pero estaba
demasiado oscuro para ver otra cosa que no fuera la vaga silueta de los árboles en la cuneta de
la carretera. Ya no estábamos en la ciudad.
— ¿Bella? —preguntó con voz tensa y mesurada.
— ¿Sí?
Mi voz aún sonaba ronca. Intenté aclararme la garganta en silencio.
— ¿Estás bien?
Aún no me había mirado, pero la rabia de su cara era evidente.
—Sí —contesté con voz ronca.
—Distráeme, por favor —ordenó.
—Perdona, ¿qué?
Suspiró con acritud.
—Limítate a charlar de cualquier cosa insustancial hasta que me calme —aclaró
mientras cerraba los ojos y se pellizcaba el puente de la nariz con los dedos pulgar e índice.
—Eh... —me estrujé los sesos en busca de alguna trivialidad—. Mañana antes de clase
voy a atropellar a Tyler Crowley.
Edward siguió con los ojos cerrados, pero curvó la comisura de los labios.
— ¿Por qué?
—Va diciendo por ahí que me va a llevar al baile de promoción... O está loco o intenta
hacer olvidar que casi me mata cuando... Bueno, tú lo recuerdas, y cree que la promoción es la
forma adecuada de hacerlo. Estaremos en paz si pongo en peligro su vida y ya no podrá seguir
intentando enmendarlo. No necesito enemigos, y puede que Lauren se apacigüe si Tyler me
deja tranquila. Aunque también podría destrozarle el Sentra. No podrá llevar a nadie al baile
de fin de curso si no tiene coche... —proseguí.
—Estaba enterado —sonó algo más sosegado.
— ¿Sí? —pregunté incrédula; mi irritación previa se enardeció—. Si está paralítico del
cuello para abajo, tampoco podrá ir al baile de fin de curso —musité, refinando mi plan.
Edward suspiró y al fin abrió los ojos.
— ¿Estás bien?
—En realidad, no.
Esperé, pero no volvió a hablar. Reclinó la cabeza contra el asiento y miró el techo del
Volvo. Tenía el rostro rígido.
— ¿Qué es lo que pasa? —inquirí con un hilo de voz.
—A veces tengo problemas con mi genio, Bella.
También él susurraba, y no dejaba de mirar por la ventana mientras lo hacía, con los
ojos entrecerrados.
—Pero no me conviene dar media vuelta y dar caza a esos... —no terminó la frase,
desvió la mirada y volvió a luchar por controlar la rabia. Luego, continuó—: Al menos, eso es
de lo que me intento convencer.
—Ah.
La palabra parecía inadecuada, pero no se me ocurría una respuesta mejor. De nuevo
permanecimos sentados en silencio. Miré el reloj del salpicadero, que marcaba las seis y
media pasadas.
— 83 —