Page 96 - Crepusculo 1
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—No, volvimos el domingo.
—Entonces, ¿por qué no fuisteis ninguno de vosotros al instituto?
Estaba frustrada, casi enfadada, al pensar el gran chasco que me había llevado a causa
de su ausencia.
—Bueno, me has preguntado si el sol me daña, y no lo hace, pero no puedo salir a la luz
del día... Al menos, no donde me pueda ver alguien.
— ¿Por qué?
—Alguna vez te lo mostraré —me prometió.
Pensé en ello durante un momento.
—Me podías haber llamado —decidí.
Se quedó confuso.
—Pero sabía que estabas a salvo.
—Pero yo no sabía dónde estabas. Yo... —vacilé y entorné los ojos.
— ¿Qué? —me impelió con voz arrulladora.
—Me disgusta no verte. También me pone ansiosa.
Me sonrojé al decirlo en voz alta. Se quedó quieto y alzó la vista con aprensión.
Observé su expresión apenada.
—Ay —gimió en voz baja—, eso no está bien.
No comprendí esa respuesta. ¿Qué he dicho?
— ¿No lo ves, Bella? De todas las cosas en que te has visto involucrada, es una de las
que me hace sentir peor —fijó los ojos en la carretera abruptamente; habló a borbotones, a tal
velocidad que casi no lo comprendí—. No quiero oír que te sientas así —dijo con voz baja,
pero apremiante—. Es un error. No es seguro. Bella, soy peligroso. Grábatelo, por favor.
—No.
Me esforcé por no parecer una niña enfurruñada.
—Hablo en serio —gruñó.
—También yo. Te lo dije, no me importa qué seas. Es demasiado tarde.
—Jamás digas eso —espetó con dureza y en voz baja.
Me mordí el labio, contenta de que no supiera cuánto dolía aquello. Contemplé la
carretera. Ya debíamos de estar cerca. Conducía mucho más deprisa.
— ¿En qué piensas? —inquirió con voz aún ruda.
Me limité á negar con la cabeza, no muy segura de que fuera capaz de hablar.
— ¿Estás llorando?
No me había dado cuenta de que la humedad de mis ojos se había desbordado.
Rápidamente, me froté la mejilla con la mano y, efectivamente, allí estaban las lágrimas
delatoras, traicionándome.
—No —negué, pero mi voz se quebró.
Le vi extender hacia mí la diestra con vacilación, pero luego se contuvo y lentamente la
volvió a poner en el volante.
—Lo siento —se disculpó con voz pesarosa.
Supe que no sólo se estaba disculpando por las palabras que me habían perturbado. La
oscuridad se deslizaba a nuestro lado en silencio.
—Dime una cosa —pidió después de que hubiera transcurrido otro minuto, y le oí
controlarse para que su tono fuera ligero.
— ¿Sí?
—Esta noche, justo antes de que yo doblara la esquina, ¿en qué pensabas? No
comprendí tu expresión... No parecías asustada, sino más bien concentrada al máximo en
algo.
—Intentaba recordar cómo incapacitar a un atacante, ya sabes. .. autodefensa. Le iba a
meter la nariz en el cerebro a ese... —pensé en el tipo moreno con una oleada de odio.
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