Page 98 - Crepusculo 1
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Fui incapaz de moverme hasta que se me despejó un poco la mente. Entonces salí del
               coche  con  torpeza,  teniendo  que  apoyarme  en  el  marco  de  la  puerta.  Creí  oírle  soltar  una
               risita, pero el sonido fue demasiado bajo para confirmar que fuera cierto.
                     Aguardó hasta que llegué a trancas y barrancas a la puerta y entonces oí el sonido del
               motor del coche. Me volví a tiempo de contemplar el vehículo plateado desapareciendo detrás
               de la esquina. Me di cuenta de que hacía mucho frío.
                     Tomé  la  llave  de  forma  maquinal,  abrí  la  puerta  y  entré.  Charlie  me  llamó  desde  el
               cuarto de estar.
                     — ¿Bella?
                     —Sí, papá, soy yo.
                     Fui hasta allí. Estaba viendo un partido de baloncesto.
                     —Has vuelto pronto.
                     — ¿Sí? —estaba sorprendida.
                     —Aún no son ni las ocho —me dijo—. ¿Os habéis divertido?
                     —Sí, nos lo hemos pasado muy bien  —la cabeza me dio vueltas al intentar recordar
               todo el asunto de la salida de chicas que había planeado—. Las dos encontraron vestidos.
                     — ¿Te encuentras bien?
                     —Sólo cansada. He caminado mucho.
                     —Bueno, quizás deberías acostarte ya.
                     Parecía preocupado. Me pregunté qué aspecto tendría mi cara.
                     —Antes debo llamar a Jessica.
                     —Pero ¿no acabas de estar con ella? —preguntó sorprendido.
                     —Sí, pero me dejé la cazadora en su coche. Quiero asegurarme de que mañana me la
               trae.
                     —Bueno, al menos dale tiempo de llegar a casa.
                     —Cierto —acepté.
                     Fui a la cocina y caí exhausta en una silla. Entonces empecé a marearme de verdad. Me
               pregunté si, después de todo, no iba a entrar en estado de sbock. ¡Contrólate!, me dije.
                     El teléfono me sobresaltó cuando sonó de repente. Levanté el auricular de un tirón.
                     — ¿Diga? —pregunté entrecortadamente.
                     — ¿Bella?
                     —Hola, Jes. Ahora te iba a llamar.
                     — ¿Estás eh casa?—su voz reflejaba sorpresa y alivio.
                     —Sí. Me dejé la cazadora en tu coche. ¿Me la puedes traer mañana?
                     —Claro, pero ¡dime qué ha pasado! —exigió.
                     —Eh, mañana, en Trigonometría, ¿vale?
                     Lo pilló al vuelo.
                     —Ah, tu padre está ahí, ¿no?
                     —Sí, exacto.
                     —De acuerdo. En ese caso, mañana hablamos  —percibí la impaciencia en su voz—.
               ¡Adiós!
                     —Adiós, Jess.
                     Subí  lentamente  las  escaleras  mientras  un  profundo  sopor  me  nublaba  la  mente.  Me
               preparé para irme a la cama sin prestar atención a lo que hacía. No me percaté de que estaba
               helada hasta que estuve en la ducha, con el agua —demasiado caliente— quemándome la piel.
               Tirité violentamente durante varios minutos; después, el chorro de agua relajó mis músculos
               agarrotados. Luego, sumamente cansada para moverme, permanecí en la ducha hasta que se
               acabó el agua caliente.
                     Salí a trompicones  y envolví mi cuerpo con una toalla en un intento de conservar el
               calor del agua para que no regresaran las dolorosas tiritonas. Rápidamente me puse el pijama.




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