Page 97 - Crepusculo 1
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— ¿Ibas a luchar contra ellos? —eso le perturbó—. ¿No pensaste en correr?
—Me caigo mucho cuando corro —admití.
— ¿Y en chillar?
—Estaba a punto de hacerlo.
Sacudió la cabeza.
—Tienes razón. Definitivamente, estoy luchando contra el destino al intentar
mantenerte con vida.
Suspiré. Al traspasar los límites de Forks fuimos más despacio. El viaje le había llevado
menos de veinte minutos.
— ¿Te veré mañana? —quise saber.
—Sí. También he de entregar un trabajo —me sonrió—. Te reservaré un asiento para
almorzar.
Después de todo lo que habíamos pasado aquella noche, era una tontería que esa
pequeña promesa me causara tal excitación y me impidiera articular palabra.
Estábamos enfrente de la casa de Charlie. Las luces estaban encendidas y mi coche en
su sitio. Todo parecía absolutamente normal. Era como despertar de un sueño. Detuvo el
vehículo, pero no me moví.
— ¿Me prometes estar ahí mañana?
—Lo prometo.
Sopesé la respuesta durante unos instantes y luego asentí con la cabeza. Me quité la
cazadora después de olería por última vez.
—Te la puedes quedar... No tienes una para mañana —me recordó.
Se la devolví.
—No quiero tener que explicárselo a Charlie.
—Ah, de acuerdo.
Esbozó una amplia sonrisa. Con la mano en la manivela, vacilé mientras intentaba
prolongar el momento.
— ¿Bella? —dijo en tono diferente, serio y dubitativo.
— ¿Sí? —me volví hacia él con demasiada avidez.
— ¿Vas a prometerme algo?
—Sí —respondí, y al momento me arrepentí de mi incondicional aceptación. ¿Qué
ocurría si me pedía que me alejara de él? No podía mantener esa promesa.
—No vayas sola al bosque.
Le miré fijamente, totalmente confusa.
— ¿Por qué?
Frunció el ceño y miró con severidad por la ventana.
—No soy la criatura más peligrosa que ronda por ahí fuera. Dejémoslo así.
Me estremecí levemente ante su repentino tono sombrío, pero estaba aliviada. Al
menos, ésta era una promesa fácil de cumplir.
—Lo que tú digas.
—Nos vemos mañana —suspiró, y supe que deseaba que saliera del coche.
—Entonces, hasta mañana.
Abrí la puerta a regañadientes.
— ¿Bella?
Me di la vuelta mientras se inclinaba hacía mí, por lo que tuve su espléndido rostro
pálido a unos centímetros del mío. Mi corazón se detuvo.
—Que duermas bien —dijo.
Su aliento rozó mi cara, aturdiéndome. Era el mismo exquisito aroma que emanaba de
la cazadora, pero de una forma más concentrada. Parpadeé, totalmente deslumbrada. Edward
se alejó.
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