Page 93 - Crepusculo 1
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—... sobre vampiros.
                     En ese instante me di cuenta de que hablaba en susurros. Ahora no le podía ver la cara,
               pero sí los nudillos tensos, convulsos, de las manos en el volante.
                     — ¿E inmediatamente te acordaste de mí?
                     Seguía tranquilo.
                     —No. Jacob mencionó a tu familia.
                     Permaneció  en  silencio,  sin  perder  de  vista  la  carretera.  De  repente,  me  alarmé,
               preocupada por proteger a Jacob.
                     —Sólo creía que era una superstición estúpida —añadí rápidamente—. No esperaba que
               yo  me  creyera  ni  una  palabra  —mi  comentario  no  parecía  suficiente,  por  lo  que  tuve  que
               confesar—: Fue culpa mía. Le obligué a contármelo.
                     — ¿Por qué?
                     —Lauren  dijo  algo  sobre  ti...  Intentaba  provocarme.  Un  joven  mayor  de  la  tribu
               mencionó que tu  familia no acudía a la reserva, sólo que sonó como si aquello tuviera un
               significado especial, por lo que me llevé a Jacob a solas y le engañé para que me lo contara —
               admití con la cabeza gacha.
                     — ¿Cómo le engañaste?
                     —Intenté flirtear un poco... Funcionó mejor de lo que había pensado —la incredulidad
               llenó mi voz cuando lo evoqué.
                     —Me gustaría haberlo visto —se rió entre dientes de forma sombría—. Y tú me acusas
               de confundir a la gente... ¡Pobre Jacob Black!
                     Me puse colorada como un tomate y contemplé la noche a través de la ventanilla.
                     — ¿Qué hiciste entonces? —preguntó un minuto después.
                     —Busqué en Internet.
                     — ¿Y eso te convenció? —su voz apenas parecía interesada, pero sus manos aferraban
               con fuerza el volante.
                     —No. Nada encajaba. La mayoría eran tonterías, y entonces. .. —me detuve.
                     — ¿Qué?
                     —Decidí que no importaba —susurré.
                     — ¡¿Que no importaba?! —el tono de su voz me hizo alzar los ojos. La máscara tan
               cuidadosamente  urdida  se  había  roto  finalmente.  Tenía  cara  de  incredulidad,  con  un  leve
               atisbo de la rabia que yo temía.
                     —No —dije suavemente—. No me importa lo que seas.
                     — ¿No te importa que sea un monstruo? —su voz reflejó una nota severa y burlona
                     — ¿Que no sea humano?
                     —No.
                     Se calló y volvió a mirar al frente. Su rostro era oscuro y gélido.
                     —Te has enfadado —suspiré—. No debería haberte dicho nada.
                     —No —dijo con un tono tan severo como la expresión de su cara—. Prefiero saber  qué
               piensas, incluso cuando lo que pienses sea una locura.
                     —Así que, ¿me equivoco otra vez? —le desafié.
                     —No me refiero a eso. «No importaba» —me citó, apretando los dientes.
                     — ¿Estoy en lo cierto? —contesté con un respingo.
                     — ¿Importa?
                     Respiré hondo.
                     —En realidad, no —hice una pausa—. Siento curiosidad.
                     Al menos, mi voz sonaba tranquila. De repente, se resignó.
                     — ¿Sobre qué sientes curiosidad?
                     — ¿Cuántos años tienes?
                     —Diecisiete —respondió de inmediato.




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