Page 90 - Crepusculo 1
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—Dispuestos para pagar la cuenta, gracias.
                     Su voz era contenida pero más ronca, aún reflejaba la tensión de nuestra conversación.
               Aquello pareció acallarla. Edward alzó la vista, aguardando.
                     —Claro —tartamudeó—. Aquí la tiene.
                     La camarera extrajo una carpetita de cuero del bolsillo delantero de su delantal negro y
               se la entregó.
                     Edward  ya  sostenía  un  billete  en  la  mano.  Lo  deslizó  dentro  de  la  carpetita  y  se  la
               devolvió de inmediato.
                     —Quédese con el cambio.
                     Sonrió,  se  puso  de  pie  y  le  imité  con  torpeza.  Ella  volvió  a  dirigirle  una  sonrisa
               insinuante.
                     —Que tengan una buena noche.
                     Edward no apartó los ojos de mí mientras le daba las gracias. Reprimí una sonrisa.
                     Caminó muy cerca de mí hasta la puerta, pero siguió poniendo mucho cuidado en no
               tocarme. Recordé lo que Jessica había dicho de su relación con Mike, y cómo casi habían
               avanzado hasta la fase del primer beso. Suspiré. Edward me oyó, y me miró con curiosidad.
               Yo clavé la mirada  en la acera, muy agradecida de que pareciera incapaz de saber lo  que
               pensaba.
                     Abrió la puerta del copiloto y la sostuvo hasta que entré. Luego, la cerró detrás de mí
               con  suavidad.  Le  contemplé  dar  la  vuelta  por  la  parte  delantera  del  coche,  de  nuevo
               sorprendida por el garbo con que se movía. Probablemente debería haberme habituado a estas
               alturas, pero no era así. Tenía la sensación de que Edward no era la clase de persona a la que
               alguien pueda acostumbrarse.
                     Una vez dentro, arrancó y puso al máximo la calefacción. Había refrescado mucho y
               supuse que el buen tiempo se había terminado, aunque estaba bien caliente con su cazadora,
               oliendo su aroma cuando creía que no me veía.
                     Se metió entre el tráfico, aparentemente sin mirar, y fue esquivando coches en dirección
               a la autopista.
                     —Ahora —dijo de forma elocuente—, te toca a ti.































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