Page 29 - Manolito Gafotas
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carreras y los que las pierden. Yo soy de los segundos. El chulito de Yihad me
cogió por la capucha de la trenca y me dijo:
—Defiéndete, Gafotas. Tienes la oportunidad de pelearte con el tío más bestia
de la clase, que soy yo.
Bueno, visto así era una suerte: está claro que no es lo mismo presumir de que
te ha puesto el ojo morado Rambo a tener que confesar que ha sido Piolín el que
te ha hecho besar la tierra.
Yo con las manos no podía defenderme porque todo mi cuerpo estaba
paralizado por la emoción intensa de ese momento crucial de mi vida, así que
tuve que defenderme con la boca, que es lo único que me responde cuando estoy
a punto de morir degollado. Cuando digo que me defendí con la boca no quiero
decir a mordiscos, no seas bestia, quiere decir hablando:
—Es que yo era el rey y al rey nadie le puede pegar porque está prohibido
por la Constitución, así que si me pegas tus huesos irán a parar a la cárcel y todo
el pueblo español estará en contra de ti.
Tienes que reconocer que si se hiciera en el planeta un concurso mundial de
frases la mía quedaría por lo menos finalista. Pero a Yihad no le impresionan las
grandes frases; él es el clásico tipo duro, duro de roer:
—Una mierda vas a ser tú el rey; los reyes no pueden llevar gafas, y cuando
nacen con gafas los mandan al extranjero y ponen a otro.
Eso sí que no me lo esperaba. Mi padre me había contado que él se había
librado de la mili por las gafas, pero no sabía que por las gafas no pudieras llegar
a rey, una profesión, por cierto, en la que yo nunca había pensado, pero que en
aquellos momentos me parecía la única profesión que merecía la pena en este
mundo, si es que me servía para quitarme de encima a un tipo peligroso como
Yihad.
Un día vi en la televisión a un tío que contaba que una vez iba en un avión tan