Page 31 - Manolito Gafotas
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—Eso es mentira, mira el rey Balduino.
Eso es lo que se llama un golpe bajo. Yo me acordaba del rey Balduino
porque mi vecina la Luisa dice que lloró intensamente cuando murió Balduino, el
rey de Bélgica. Ella veraneaba en Motril como su majestad y dice que era muy
buena persona, porque se había casado con una española que tenía nombre de
actriz, Fabiola, pero que la pobre era de esas españolas que no salen muy guapas.
Dice la Luisa que en Motril vivían puerta con puerta. Mi madre siempre
cuchichea detrás de ella: « Sí, puerta con puerta. Pues anda que no tiene ésta
imaginación» .
Yihad empezaba a estar de rey Balduino y de sus gafas hasta las narices. Me
dijo:
—¿Sigues queriendo ser rey, Gafotas?
Me llamaba Gafotas a cada momento. Yo tuve una equivocación histórica y
le contesté que sí. No te creas que me avisó, me dio un puñetazo en todo el cristal
derecho de las gafas y se dio media vuelta para irse diciendo:
—Misión cumplida.
Se ve que hay niños que tienen como misión pegarme a mí un puñetazo en el
parque del Ahorcado. En ese momento doloroso de mi vida vi cómo mi abuelo se
acercaba, así que pensé que mi retaguardia estaba protegida y le grité al chulito
de Yihad:
—¡Nunca serás el capitán América! ¡Lo único que puedes ser en tu vida es el
capitán Merluza! ¡Todo el mundo te conocerá como el capitán Merluza!
Es que a su padre todos los del bar el Tropezón le llaman Merluza, y no
precisamente porque sea pescadero.
Esto le debió doler tanto como a mí el puñetazo, porque se volvió y delante de
mi abuelo me quitó las gafas y me las tiró con tanta puntería que se quedaron
colgando del Árbol del Ahorcado.
Mi abuelo no pudo salir corriendo detrás de él porque como está de la próstata
pues es como el que tiene un tío en Alcalá, que ni tiene tío ni tiene ná. Las gafas
estaban tan altas que tuvimos que bajarlas a base de tirar piedras.
Así que nos volvimos a casa. Mi madre primero me abrazó cuando vio cómo
me había puesto el ojo y luego me dio una colleja cuando vio cómo me habían
puesto las gafas. Mi abuelo gritaba:
—No le des tú también que ya ha recibido bastante por hoy.
Total, que por la noche ya estaban todos consolándome y contándome las
películas, porque sin las gafas no veo ni un pijo.
De repente, sin previo aviso, mi padre se remanga la camisa y suelta:
—Manolito, te voy a enseñar el típico golpe García para que ni el hijo del
Merluza ni ningún otro hijo de su padre vuelva a hacerte morder el polvo.
No es porque sea mi padre, pero el típico golpe García es alucinante. Primero
me dio una clase teórica: