Page 33 - El Alquimista
P. 33

—Ya hay muchos que venden té por aquí —replicó el Mercader.

                   —Podemos  vender  té  en  jarras  de  cristal.  Así  la  gente  degustará  el  té  y
               también querrá comprar los recipientes de cristal. Porque lo que más seduce a
               los hombres es la belleza.

                   El mercader contempló al chico durante algún tiempo sin decir nada. Pero
               aquella tarde, después de rezar sus oraciones y cerrar la tienda, se sentó en el

               borde de la acera con él y lo convidó a fumar narguile, aquella extraña pipa
               que usaban los árabes.

                   —¿Qué es lo que buscas? —preguntó el viejo Mercader de Cristales.

                   —Ya se lo dije. Tengo que volver a comprar las ovejas, y para eso necesito
               dinero.

                   El viejo colocó algunas brasas nuevas en el narguile y le dio una profunda
               calada.

                   —Hace treinta años que tengo esta tienda. Conozco el cristal bueno y el

               malo  y  todos  los  detalles  de  su  funcionamiento.  Estoy  acostumbrado  a  su
               tamaño y a su movimiento. Si sirves té en los cristales, la tienda crecerá, y
               entonces tendré que cambiar mi forma de vida.

                   —¿Y eso no es bueno?

                   —Estoy acostumbrado a mi vida. Antes de que llegaras, pensaba en todo el
               tiempo que había perdido en el mismo lugar mientras mis amigos cambiaban,

               se iban a la quiebra o progresaban. Esto me provocaba una inmensa tristeza.
               Ahora yo sé que no era exactamente así: la tienda tiene el tamaño exacto que
               yo siempre quise que tuviera. No quiero cambiar porque no sé cómo hacerlo.
               Ya estoy muy acostumbrado a mí mismo.

                   El muchacho no sabía qué decir.

                   —Tú  fuiste  una  bendición  para  mí  —continuó  el  viejo—.  Y  hoy  estoy
               entendiendo una cosa: toda bendición no aceptada se transforma en maldición.
               Yo no quiero nada más de la vida. Y tú me estás empujando a ver riquezas y

               horizontes  que  nunca  conocí.  Ahora  que  los  conozco,  y  que  conozco  mis
               inmensas posibilidades, me sentiré aún peor de lo que me sentía antes. Porque
               sé que puedo tenerlo todo, y no lo quiero.

                   «Menos mal que no le dije nada al vendedor de palomitas de maíz», pensó
               el muchacho.

                   Continuaron fumando el narguile durante algún tiempo, mientras el sol se

               escondía.  Estaban  conversando  en  árabe,  y  el  muchacho  se  sentía  muy
               satisfecho por haber logrado hablar el idioma. Hubo una época en la que creyó
               que las ovejas podían enseñarle todo lo que hay que saber sobre el mundo.
   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37   38