Page 34 - El Alquimista
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Pero las ovejas no podían enseñar árabe.
«Debe de haber otras cosas en el mundo que las ovejas no pueden enseñar
—pensó el chico mirando al Mercader en silencio—. Porque ellas sólo se
preocupan de buscar agua y comida. Creo que no son ellas las que enseñan:
soy yo quien aprendo.»
—Maktub —dijo finalmente el Mercader.
—¿Qué significa eso?
—Tendrías que haber nacido árabe para entenderlo —repuso él—. Pero la
traducción sería algo así como «está escrito».
Y mientras apagaba las brasas del narguile, le dijo al muchacho que podía
empezar a vender el té en las jarras.
A veces es imposible detener el río de la vida.
Los hombres llegaban cansados después de subir la ladera. Y allí
encontraban una tienda de bellos cristales con refrescante té de menta. Los
hombres entraban para beber el té, que era servido en preciosas jarras de
cristal.
«A mi mujer nunca se le ocurrió esto», pensaba uno, y compraba algunas
piezas porque iba a tener visitas por la noche, y quería impresionar a sus
invitados con la riqueza de aquellas jarras. Otro hombre afirmó que el té tiene
siempre mejor sabor cuando se sirve en recipientes de cristal, pues
conservaban mejor su aroma. Un tercero añadió que era tradición en Oriente
utilizar jarras de cristal para el té, pues tenían poderes mágicos.
En poco tiempo la noticia se difundió y muchas personas empezaron a
subir hasta lo alto de la ladera para conocer la tienda que estaba haciendo algo
nuevo con un comercio tan antiguo. Se abrieron otras tiendas que servían el té
en vasos de cristal, pero no estaban en la cima de una colina, y por eso siempre
estaban desiertas.
El Mercader en seguida tuvo que contratar a dos empleados más. Pasó a
importar, junto con los cristales, cantidades enormes de té que diariamente
consumían los hombres y mujeres con sed de cosas nuevas.
Y así transcurrieron seis meses.
El muchacho se despertó antes de que saliera el sol. Habían pasado once
meses y nueve días desde que pisó por primera vez el continente africano.
Se vistió con su ropa árabe, de lino blanco, comprada especialmente para
aquel día. Se colocó el pañuelo en la cabeza, fijado por un anillo hecho de piel
de camello. Se calzó las sandalias nuevas y bajó sin hacer ruido.