Page 39 - El Alquimista
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cuando no estuviese ocupado en cosas importantes.
«Tiene gracia —pensó el muchacho mientras intentaba leer otra vez la
escena del entierro con que comenzaba el libro—. Hace casi dos años que
empecé a leerlo y no consigo pasar de estas páginas.» Aunque no había un rey
que lo interrumpiera, no conseguía concentrarse. Aún tenía dudas respecto a
su decisión. Pero se daba cuenta de una cosa importante: las decisiones eran
solamente el comienzo de algo. Cuando alguien tomaba una decisión, estaba
zambulléndose en una poderosa corriente que llevaba a la persona hasta un
lugar que jamás hubiera soñado en el momento de decidirse.
«Cuando resolví ir en busca de mi tesoro, nunca imaginé que llegaría a
trabajar en una tienda de cristales —se dijo el muchacho para confirmar su
razonamiento—. Del mismo modo, el hecho de que me encuentre en esta
caravana puede ser una decisión mía, pero el curso que tomará será siempre un
misterio.»
Frente a él había un europeo que también iba leyendo. Era antipático y le
había mirado con desprecio cuando él entró. Podían haberse hecho buenos
amigos, pero el europeo había interrumpido la conversación.
El muchacho cerró el libro. No quería hacer nada que le hiciese parecerse a
aquel europeo. Sacó a Urim y Tumim del bolsillo y comenzó a jugar con ellos.
El extranjero dio un grito:
—¡Un Urim y un Tumim!
El chico volvió a guardar las piedras rápidamente.
—No están en venta —dijo.
—No valen mucho —replicó el Inglés—. No son más que cristales de roca.
Hay millones de cristales de roca en la tierra, pero para quien entiende, éstos
son Urim y Tumim. No sabía que existiesen en esta parte del mundo.
—Me las regaló un rey —aseguró el muchacho.
El extranjero se quedó mudo. Después metió la mano en su bolsillo y
retiró, tembloroso, dos piedras iguales.
—¿Has dicho un rey? —repitió.
—Y usted no cree que los reyes conversen con pastores —dijo el chico.
Esta vez era él quien quería acabar la conversación.
—Al contrario. Los pastores fueron los primeros en reconocer a un rey que
el resto del mundo rehusó reconocer. Por eso es muy probable que los reyes
conversen con los pastores.
»Está en la Biblia —prosiguió el Inglés temiendo que el muchacho no lo