Page 71 - El Alquimista
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más temprano que de costumbre. El halcón salió en busca de caza y él sacó la
cantimplora de agua y se la ofreció al muchacho.
—Ahora estás casi al final de tu viaje —dijo el Alquimista—. Te felicito
por haber seguido tu Leyenda Personal.
—Y usted me está guiando en silencio —replicó el muchacho—. Pensé
que me enseñaría lo que sabe. Hace algún tiempo estuve en el desierto con un
hombre que tenía libros de Alquimia. Pero no conseguí aprender nada.
—Sólo existe una manera de aprender —respondió el Alquimista—. A
través de la acción. Todo lo que necesitabas saber te lo enseñó el viaje. Sólo
falta una cosa.
El muchacho quiso saber qué era, pero el Alquimista mantuvo los ojos
fijos en el horizonte, esperando el regreso del halcón.
—¿Por qué le llaman Alquimista?
—Porque lo soy.
—¿Y en qué fallaron los otros alquimistas que buscaron oro y no lo
consiguieron?
—Sólo buscaban oro —repuso su compañero—. Buscaban el tesoro de su
Leyenda Personal, sin desear vivir su propia Leyenda. —¿Qué es lo que me
falta saber? —insistió el muchacho.
Pero el Alquimista continuó mirando el horizonte. Poco después, el halcón
retornó con la comida. Cavaron un agujero y encendieron una hoguera en su
interior, para que nadie pudiese ver la luz de las llamas.
—Soy un Alquimista porque soy un Alquimista —dijo mientras
preparaban la comida—. Aprendí la ciencia de mis abuelos, que a su vez la
aprendieron de sus abuelos, y así hasta la creación del mundo. En aquella
época, toda la ciencia de la Gran Obra podía ser escrita en una simple
esmeralda. Pero los hombres no dieron importancia a las cosas simples y
comenzaron a escribir tratados, interpretaciones y estudios filosóficos.
También empezaron a decir que sabían el camino mejor que los otros
»Pero la Tabla de la Esmeralda continúa viva hasta hoy.
—¿Qué es lo que estaba escrito en la Tabla de la Esmeralda? —quiso saber
el muchacho.
El Alquimista empezó a dibujar en la arena y no tardó más de cinco
minutos. Mientras él dibujaba, el muchacho se acordó del viejo rey y de la
plaza donde se habían encontrado un día; parecía que hubieran pasado
muchísimos años.