Page 123 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Pues busquemos frutas y legumbres.

                  Una vez acabada nuestra recolección, nos pusimos en marcha para completar nuestro
                  «almuerzo» terrestre.

                  No resultó baldía nuestra búsqueda; a mediodía había-mos hecho ya una buena recolección
                  de plátanos. Estos deli-ciosos productos de la zona tórrida maduran durante todo el año.
                  Los malayos, que les dan el nombre de pisang, los comen crudos. Además de los plátanos
                  recogimos unas ja-cas enormes, fruta de sabor muy fuerte, mangos también muy sabrosos y
                  piñas tropicales de un tamaño extraordi-nario.

                  Estas tareas nos llevaron mucho tiempo, aunque a la vista de su resultado no cabía
                  lamentarlo.

                  Conseil no le quitaba ojo a Ned, que abría la marcha e iba recogiendo al paso, con mano
                  segura, magníficas frutas para completar nuestras provisiones.

                   ¿No le falta nada, Ned?  preguntó Conseil.

                   ¡Hum!  gruñó el canadiense.

                   ¿Cómo? ¿De qué se queja?

                   De que todos estos vegetales no nos ofrecen una comida. Son el postre. Pero ¿y la sopa?,
                  ¿y el asado?

                   Es cierto  dije . Ned nos había prometido unas chule-tas, que empiezan a parecerme
                  muy problemáticas.

                   Oiga -me dijo el canadiense , no sólo no ha terminado la cacería, sino que todavía no ha
                  comenzado. Tengamos pa-ciencia, que acabaremos encontrando algún animal de plu-ma o
                  de pelo, y si no es por aquí, será en otro sitio.

                   Y si no es hoy, será mañana  añadió Conseil , pues no hay que alejarse demasiado. Es
                  más, creo que deberíamos volver a la canoa.

                   ¿Tan pronto?  dijo Ned.

                  -Debemos estar de regreso antes de la noche  dije.

                   Pero ¿qué hora es?  preguntó el canadiense.

                   Por lo menos son las dos  respondió Conseil.

                   ¡Cómo pasa el tiempo en tierra firme! -exclamó Ned Land, con un suspiro de pesar.

                   En marcha entonces  dijo Conseil.
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