Page 296 - veinte mil leguas de viaje submarino
P. 296

Me dirigí al capitán, y le dije, con el tono desenfadado que usaría un aficionado ante el
                  cristal de un acuario.

                   Una curiosa colección de pulpos.

                   En efecto, señor naturalista  me respondió , y vamos a combatirlos cuerpo a cuerpo.

                  Creí no haber oído bien y miré al capitán.

                   ¿Cuerpo a cuerpo?

                   Sí, señor. La hélice está parada. Creo que las mandíbulas córneas de uno de estos
                  calamares han debido bloquear las aspas, y esto es lo que nos impide la marcha.

                   ¿Y qué va usted a hacer?

                   Subir a la superficie y acabar con ellos.

                   Empresa difícil.

                   Sí. Las balas eléctricas son impotentes contra sus carnes blandas, en las que no hallan
                  suficiente resistencia para esta-llar. Pero los atacaremos a hachazos.

                   Y a arponazos, señor  dijo el canadiense , si no rehúsa usted mi ayuda.

                   La acepto, señor Land.

                   Les acompañaremos  dije, y siguiendo al capitán Nemo nos dirigimos a la escalera
                  central.

                  Allí se hallaba ya una decena de hombres armados con hachas de abordaje y dispuestos al
                  ataque. Conseil y yo to-mamos dos hachas y Ned Land un arpón.

                  El Nautilus estaba ya en la superficie. Uno de los marinos, situado en uno de los últimos
                  escalones, desatornillaba los pernos de la escotilla. Pero apenas había acabado la opera-ción
                  cuando la escotilla se elevó con gran violencia, eviden-temente «succionada» por las
                  ventosas de los tentáculos de un pulpo. Inmediatamente, uno de estos largos tentáculos se
                  introdujo como una serpiente por la abertura mientras otros veinte se agitaban por encima.
                  De un hachazo, el capi-tán Nemo cortó el formidable tentáculo, que cayó por los peldaños
                  retorciéndose.

                  En el momento en que nos oprimíamos unos contra otros para subir a la plataforma, otros
                  dos tentáculos cayeron so-bre el marino colocado ante el capitán Nemo y se lo llevaron con
                  una violencia irresistible. El capitán Nemo lanzó un gri-to y se lanzó hacia afuera, seguido
                  de todos nosotros.
   291   292   293   294   295   296   297   298   299   300   301