Page 64 - veinte mil leguas de viaje submarino
P. 64

Señor profesor, esos instrumentos están también en mi camarote, y es allí donde tendré el
                  placer de explicarle su empleo. Pero antes voy a mostrarle el camarote que se le ha
                  reservado. Debe usted saber cómo va a estar instalado a bor-do del Nautilus.

                  Seguí al capitán Nemo, quien, por una de las puertas practicadas en los paneles del salón,
                  me hizo volver al corre-dor del barco. Me condujo hacia adelante y me mostró no un
                  camarote sino una verdadera habitación, elegantemente amueblada, con lecho y tocador.

                  Di las gracias a mi huésped.

                   Su camarote es contiguo al mío  me dijo, al tiempo que abría una puerta . Y el mío da
                  al salón del que acabamos de salir.

                  Entré en el camarote del capitán, que tenía un aspecto se-vero, casi cenobial. Una cama de
                  hierro, una mesa de trabajo y una cómoda de tocador componían todo el mobiliario,
                  reducido a lo estrictamente necesario.

                  El capitán Nemo me mostró una silla.

                   Siéntese, por favor.

                  Me senté y él tomó la palabra en los términos que siguen.





                  12. Todo por la electricidad



                    Señor  dijo el capitán Nemo, mostrándome los instru-mentos colgados de las paredes de
                  su camarote , he aquí los aparatos exigidos por la navegación del Nautilus. Al igual que en
                  el salón, los tengo aquí bajo mis ojos, indicándome mi situación y mi dirección exactas en
                  medio del océano. Al-gunos de ellos le son conocidos, como el termómetro que marca la
                  temperatura interior del Nautilus, el barómetro, que pesa el aire y predice los cambios de
                  tiempo; el higróme-tro que registra el grado de sequedad de la atmósfera; el storm glass,
                  cuya mezcla, al descomponerse, anuncia la in-minencia de las tempestades; la brújula, que
                  dirige mi ruta; el sextante, que por la altura del sol me indica mi latitud, los cronómetros,
                  que me permiten calcular mi longitud y, por último, mis anteojos de día y de noche que me
                  sirven para escrutar todos los puntos del horizonte cuando el Nautilus emerge a la
                  superficie de las aguas.

                   Son los instrumentos habituales del navegante y su uso me es conocido  repuse . Pero
                  hay otros aquí que respon-den sin duda a las particulares exigencias del Nautilus. Ese
                  cuadrante que veo, recorrido por una aguja inmóvil, ¿no es un manómetro?
   59   60   61   62   63   64   65   66   67   68   69