Page 66 - veinte mil leguas de viaje submarino
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¿Cuál?

                   Usted conoce perfectamente la composición del agua marina. En cada mil gramos hay
                  noventa y seis centésimas y media de agua, dos centésimas y dos tercios
                  aproximada-mente,/de cloruro sódico, y muy pequeñas cantidades de dor-ros magnésico y
                  potásico, de bromuro de magnesio, de st4fato de magnesio y de carbonato cálcico. De esa
                  nota-ble cahtldad de cloruro sódico contenida por el agua mari-na extraigo yo el sodio
                  necesario para componer mis ele-mentos.

                   ¿El sodio?

                   En efecto. Mezclado con el mercurio forma una amalga-ma que sustituye al cinc en los
                  elementos Bunsen. El mercu-rio no se gasta nunca. Sólo se consume el sodio, y el mar me
                  lo suministra abundantemente. Debo decirle, además, que las pilas de sodio deben ser
                  consideradas como las más enér-gicas y que su fuerza electromotriz es doble que la de las
                  pi-las de cinc.

                   Comprendo bien, capitán, la excelencia del sodio en las condiciones en que usted se halla.
                  El mar lo contiene. Bien. Pero hay que fabricarlo, extraerlo. ¿Cómo lo hace?
                  Evidente-mente, sus pilas pueden servir para tal extracción, pero, si no me equivoco, el
                  consumo de sodio necesitado por los aparatos eléctricos habría de superar a la cantidad
                  produci-da. Ocurriría así que consumiría usted para producirlo más del que obtendría.

                   Por esa razón es por la que no lo extraigo por las pilas, señor profesor. Simplemente,
                  empleo el calor del carbón te-rrestre.

                  -¿Terrestre?

                   Digamos carbón marino, si lo prefiere  respondió el ca-pitán Nemo.

                   ¿Acaso puede usted explotar yacimientos submarinos de hulla?

                   Así es y habrá de verlo usted. No le pido más que un poco de paciencia, puesto que tiene
                  usted tiempo para ser paciente. Recuerde sólo una cosa: que yo debo todo al océa-no. Él
                  produce la electricidad, yla electricidad da al Nautilus el calor, la luz, el movimiento, en
                  una palabra, la vida.

                   Pero no el aire que respira...

                   ¡Oh!, podría fabricar el aire que consumimos, pero sería inútil, ya que cuando quiero subo
                  a la superficie del mar. Si la electricidad no me provee del aire respirable, sí acciona, al
                  menos, las poderosas bombas con que lo almacenamos en depósitos especiales, lo que me
                  permite prolongar por el tiempo que desee, si es necesario, mi permanencia en las ca-pas
                  profundas.
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