Page 68 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Pero entonces, cuando quiera embarcarse en él estará obligado a volver a la superficie del
mar, ¿no?
No. El bote está adherido a la parte superior del casco del Nautilus, alojado en una
cavidad dispuesta en él para reci-birlo. Tiene puente, está absolutamente impermeabilizado
y se halla retenido por sólidos pernos. Esta escala conduce a una abertura practicada en el
casco del Nautilus, que comu-nica con otra similar en el costado del bote. Por esa doble
abertura es por la que me introduzco en la embarcación. Se cierra la del Nautilus, cierro yo
la del bote por medio de tor-nillos a presión, largo los pernos y entonces el bote sube con
una prodigiosa rapidez a la superficie del mar. Luego abro la escotilla del puente,
cuidadosamente cerrada hasta enton-ces, pongo el mástil, izo la vela o cojo los remos, y
estoy listo para pasearme.
Pero ¿cómo regresa usted a bordo?
No soy yo el que regresa, señor Aronnax, sino el Nauti-lus.
¿A una orden suya?
Así es, porque unido al Nautilus por un cable eléctrico, me basta expedir por él un
telegrama.
Bien dije, maravillado , nada más sencillo, en efecto.
Tras haber pasado el hueco de la escalera que conducía a la plataforma, vi un camarote de
unos dos metros de longi-tud en el que Conseil y Ned Land se hallaban todavía co-miendo
con visible apetito y satisfacción. Abrimos una puerta y nos hallamos en la cocina, de unos
tres metros de longitud, situada entre las amplias despensas de a bordo. Allí era la
electricidad, más enérgica y más obediente que el mismo gas, la que hacía posible la
preparación de las comi-das. Los cables que llegaban a los fogones comunicaban a las
hornillas de platino un calor de regular distribución y man-tenimiento. La electricidad
calentaba también unos apara-tos destiladores que por medio de la evaporación
suminis-traban una excelente agua potable. Cerca de la cocina había un cuarto de baño muy
bien instalado cuyos grifos proveían de agua fría o caliente a voluntad.
Tras la cocina se hallaba el dormitorio de la tripulación, en una pieza de cinco metros de
longitud. Pero la puerta es-taba cerrada y no pude ver su interior que me habría dado una
indicación sobre el número de hombres requerido por el Nautilus para su manejo.
Al fondo había un cuario tabique estanco que separaba el dormitorio del cuarto de
máquinas. Se abrió una puerta y me introduje allí, donde el capitán Nemo un ingeniero de
primer orden, con toda seguridad había instalado sus apa-ratos de locomoción. El cuarto
de máquinas, netamente ilu-minado, no rnedía menos de veinte metros de longitud. Es-taba
dividido en dos partes: la primera, reservada a los elementos que producían la electricidad,
y la segunda, a los mecanismo)-ransmitían el movimiento a la hélice.