Page 72 - veinte mil leguas de viaje submarino
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A tales razonamientos apoyados en cifras nada podía yo objetar.
Admito sus cálculos, capitán respondí , y mostraría mala fe en discutilos, puesto que
la experiencia le da razón cada día, pero me temo que ahora nos hallamos en presen-cia de
una dificultad real.
¿Cuál?
Cuando se halle usted a mil metros de profundidad, las paredes del Nautilus deberán
soportar una presión de cien atmósferas. Si en ese momento decide usted vaciar sus
de-pósitos suplementarios para aligerar su barco y remontar a la superficie, las bombas
tendrán que vencer esa presión de cien atmósferas o, lo que es lo mismo, de cien
kilogramos por centímetro cuadrado. Pues bien, eso exige una po-tencia.
Que sólo la electricidad podía darme se apresuró a de-cir el capitán Nemo . Le repito
que el poder dinámico de mi maquinaria es casi infinito. Las bombas del Nautilus tienen
una fuerza prodigiosa, lo que pudo usted comprobar cuan-do vio sus columnas de agua
precipitarse como un torrente sobre el Abraham Líncoln. Por otra parte, no me sirvo de los
depósitos suplementarios más que para alcanzar profundi-dades medias de mil quinientos a
dos mil metros, con el fin de proteger mis aparatos. Pero cuando tengo el capricho de visitar
las profundidades del océano, a dos o tres leguas por debajo de su superficie, empleo
maniobras más largas, pero no menos infalibles.
-¿Cuáles, capitán?
Esto me obliga naturalmente a revelarle cómo se maneja el Nautilus.
Estoy impaciente por saberlo.
Para gobernar este barco a estribor o a babor, para mo-verlo, en una palabra, en un plano
horizontal, me sirvo de un timón ordinario de ancha pala, fijado a la trasera del co-daste,
que es accionado por una rueda y un sistema de po-leas. Pero puedo también mover al
Nautilus de abajo arriba y de arriba abajo, es decir, en un plano vertical, por medio de dos
planos inclinados unidos a sus flancos sobre su centro de flotación. Se trata de unos planos
móviles capaces de adoptar todas las posiciones y que son maniobrados desde el interior
por medio de poderosas palancas. Si estos planos se mantienen paralelos al barco, éste se
mueve horizontal-mente. Si están inclinados, el Nautilus, impulsado por su hé-lice, sube o
baja, según la disposición de la inclinación, si-guiendo la diagonal que me interese. Si
deseo, además, regresar más rápidamente a la superficie, no tengo más que embragar la
hélice para que la presión del agua haga subir verticalmente al Nautilus como un globo
henchido de hi-drógeno se eleva rápidamente en el aire.
¡Magnífico, capitán! Pero ¿cómo puede el timonel seguir el rumbo que le fija usted en
medio del agua?