Page 67 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Capitán, no tengo más remedio que admirarle. Ha halla-do usted, evidentemente, lo que
los hombres descubrirán sin duda algún día, la verdadera potencia dinámica de la
electricidad.
Yo no sé si la descubrirán respondió fríamente el capi-tán Nemo . Sea como fuere,
conoce usted ya la primera apli-cación que he hecho de este precioso agente. Es él el que
nos ilumina con una igualdad y una continuidad que no tiene la luz del sol. Mire ese reloj,
es eléctrico y funciona con una re-gularidad que desafía a la de los mejores cronómetros.
Lo he dividido en veinticuatro horas, como los relojes italianos, pues para mí no existe ni
noche, ni día, ni sol ni luna, sino únicamente esta luz artificial que llevo hasta el fondo de
los mares. Mire, en este momento son las diez de la mañana.
En efecto.
Aquí tiene otra aplicación de la electricidad, en ese cua-drante que sirve para indicar la
velocidad del Nautilus. Un hilo eléctrico lo pone en comunicación con la hélice de la
co-rredera, y su aguja me indica la marcha real del barco. Fíje-se, en estos momentos
navegamos a una velocidad modera-da, a quince millas por hora.
Es maravilloso, y veo, capitán, que ha hecho usted muy bien al emplear este agente que
está destinado a reemplazar al viento, al agua y al vapor.
No hemos terminado aún, señor Aronnax dijo el capi-tán Nemo, levantándose , y si
quiere usted seguirme, visita-remos la parte posterior del Nautilus.
En efecto, conocía ya toda la parte anterior del barco sub-marinc-,cuya división exacta, del
centro al espolón de proa, era la siguiente el comedor, de cinco metros, separado de la
biblioteca por un tabique estanco, es decir, impenetrable al agua; la biblioteca, de cinco
metros; el gran salón, de diez metros, separado del camarote del capitán por un segundo
tabique estanco; el camarote del capitán, de cinco metros; el mío, de dos metros y medio, y,
por último, un depósito de aire de siete metros y medio, que se extendía hasta la roda. El
conjunto daba una longitud total de treinta y cinco metros. Los tabiques estancos tenían
unas puertas que se cerraban herméticamente por medio de obturadores de caucho, y ellas
garantizaban la seguridad a bordo del Nautilus, en el caso de que se declarara una vía de
agua.
Seguí al capitán Nemo a lo largo de los corredores y llega-mos al centro del navío. Allí
había una especie de pozo que se abría entre dos tabiques estancos. Una escala de hierro,
fi-jada a la pared, conducía a su extremidad superior. Pregunté al capitán Nemo cuál era el
uso de aquella escala.
Conduce al bote -respondió.
¡Cómo! ¿Tiene usted un bote? pregunté asombrado.
Así es. Una excelente embarcación, ligera e insumergi-ble, que nos sirve para pasearnos y
para pescar.