Page 71 - veinte mil leguas de viaje submarino
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cincuenta toneladas con se-tenta y dos centésimas, y se les llena de agua, el barco pesará o
                  desplazará entonces mil quinientas siete toneladas y se ha-llará en inmersión completa. Y
                  esto es lo que ocurre, señor profesor. Estos depósitos están instalados en la parte infe-rior
                  del Nautílus, y al abrir las llaves se llenan y el barco que-da a flor de agua.

                   Bien, capitán, pero aquí llegamos a la verdadera dificul-tad. Que su barco pueda quedarse
                  a flor de agua, lo com-prendo. Pero, más abajo, al sumergirse más, ¿no se encuen-tra su
                  aparato submarino con una presión que le comunique un impulso de abajo arriba, evaluada
                  en una atmósfera por treinta pies de agua, o sea, cerca de un kilogramo por centí-metro
                  cuadrado?

                   Así es, en efecto.

                   Luego, a menos que no llene por completo el Nautilus, no veo cómo puede conseguir
                  llevarlo a las profundidades.

                   Señor profesor, respondió el capitán Nemo, no hay que confundir la estática con la
                  dinámica, si no quiere uno expo-nerse a errores graves. Cuesta muy poco alcanzar las bajas
                  regiones del océano, pues los cuerpos tienen tendencia a la profundidad. Siga usted mi
                  razonamiento.

                   Le escucho, capitán.

                  -Cuando me planteé el problema de determinar el au-mento de peso que había que dar al
                  Nautilus para sumergir-lo, no tuve que preocuparme más que de la reducción de vo-lumen
                  que sufre el agua del mar a medida que sus capas van haciéndose más profundas.

                   Es evidente.

                   Ahora bien, si es cierto que el agua no es absolutamente incompresible, no lo es menos
                  que es muy poco compresi-ble. En efecto, según los cálculos más recientes, esta
                  compre-sión no es más que de cuatrocientas treinta y seis diezmillo-nésimas por atmósfera,
                  o lo que es lo mismo, por cada treinta pies de profundidad. Si quiero descender a mil
                  me-tros, tendré que tener en cuenta la reducción del volumen bajo una presión equivalente
                  a la de una columna de agua de mil metros, es decir, bajo una presión de cien atmósferas.
                  Dicha reducción será en ese caso de cuatrocientas treinta y seis cienmilésimas.
                  Consecuentemente, deberé aumentar el peso hasta mil quinientas trece toneladas y setenta y
                  siete centésimas, en lugar de mil quinientas siete toneladas y dos décimas. El aumento no
                  será, pues, más que de seis tonela-das y cincuenta y siete centésimas.

                   ¿Tan sólo?

                   Tan sólo, señor Aronnax, y el cálculo es fácilmente veri-ficable. Ahora bien, dispongo de
                  depósitos suplementarios capaces de embarcar cien toneladas. Puedo así descender a
                  profundidades considerables. Cuando quiero subir y aflorar a la superficie, me basta
                  expulsar ese agua, y vaciar entera-mente todos los depósitos si deseo que el Nautilus emerja
                  en su décima parte sobre la superficie del agua.
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