Page 73 - veinte mil leguas de viaje submarino
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El timonel está alojado en una cabina de vidrio con cristales lenticulares, que sobresale de
la parte superior del cas-co del Nautilus.
-¿Cristales? ¿Y cómo pueden resistir a tales presiones ?
Perfectamente. El cristal, por frágil que sea a los cho-ques, ofrece, sin embargo, una
resistencia considerable. En experiencias de pesca con luz eléctrica hechas en 1864 en los
mares del Norte, se ha visto cómo placas de vidrio de un es-pesor de siete milímetros
únicamente, resistían a una pre-sión de dieciséis atmósferas, mientras dejaban pasar
poten-tes radiaciones caloríficas que le repartían desigualmente el calor. Pues bien, los
cristales de que yo me sirvo tienen un espesor no inferior en su centro a veintiún
centímetros, es decir, treinta veces más que el de aquellos.
Bien, debo admitirlo, capitán Nemo; pero, en fin, para ver es necesario que la luz horade
las tinieblas, y yo me pre-gunto cómo en medio de la oscuridad de las aguas...
En una cabina situada en la parte trasera está alojado un poderoso reflector eléctrico,
cuyos rayos iluminan el mar hasta una distancia de media milla.
¡Magnífico, capitán! Ahora me explico esa fosforescen-cia del supuesto narval que tanto
ha intrigado a los sabios. Y a propósito,,,desearía saber si el abordaje del Scotia por el
Nautilus, que tanto dio que hablar, fue o no el resultado de un choque fortuito.
Absolutamente fortuito. Yo navegaba a dos metros de profundidad cuando se produjo el
choque, que, como pude ver, no tuvo graves consecuencias.
En efecto. Pero ¿y su encuentro con el Abraham Lincoln?
Señor profesor, lo siento por uno de los mejores navíos de la valiente marina americana,
pero fui atacado y hube de defenderme. Sin embargo, me limité a poner a la fragata fue-ra
de combate. No le será difícil reparar sus averías en el puerto más cercano.
¡Ah!, comandante exclamé con convicción , su Nauti-lus es verdaderamente
maravilloso.
Sí, señor profesor respondió con auténtica emoción el capitán Nemo , y para mí es
como un órgano de mi propio cuerpo. El hombre está sometido a todos los peligros que
so-bre él se ciernen a bordo de cualquiera de vuestros barcos confiados a los azares de los
océanos, en cuya superficie se tie-ne como primera impresión el sentimiento del abismo,
como ha dicho tan justamente el holandés jansen, pero por debajo de su superficie y a
bordo del Nautilus el hombre no tiene nin-gún motivo de inquietud. No es de temer en él
deformación alguna, pues el doble casco de este barco tiene la rigidez del hierro; no tiene
aparejos que puedan fatigar los movimientos de balanceo y cabeceo aquí inexistentes; ni
velas que pueda llevarse el viento; ni calderas que puedan estallar por la pre-sión del vapor;
ni riesgos de incendio, puesto que todo está hecho con planchas de acero; ni carbón que
pueda agotarse, puesto que la electricidad es su agente motor; ni posibles en-cuentros,
puesto que es el único que navega por las aguas pro-fundas; ni tempestades a desafiar, ya