Page 89 - veinte mil leguas de viaje submarino
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subma-rinos, me ha creído usted loco. Señor profesor, nunca hay quejuzgar a los hombres a
                  la ligera.

                   Pero, capitán, le ruego...

                   Escúcheme, y verá entonces si puede acusarme de locura o de contradicción.

                   Le escucho.

                   Señor profesor, sabe usted tan bien como yo que el hom-bre puede vivir bajo el agua a
                  condición de llevar consigo su provisión de aire respirable. En los trabajos submarinos, el
                  obrero, revestido de un traje impermeable y con la cabeza encerrada en una cápsula de
                  metal, recibe el aire del exterior por medio de bombas impelentes y de reguladores de
                  salida.

                   Es el sistema de las escafandras  le dije.

                   En efecto, pero en esas condiciones el hombre no es li-bre: está unido a la bomba que le
                  envía el aire por un tubo de goma, verdadera cadena que le amarra a tierra. Si nosotros
                  debiéramos estar así ligados al Nautilus, no podríamos ir muy lejos.

                   ¿Y cuál es el medio de estar libre?

                   El que nos ofrece el aparato Rouquayrol Denayrouze, inventado por dos compatriotas
                  suyos, y que yo he perfec-cionado para mi uso particular. Este sistema le permitirá
                  arriesgarse en estas nuevas condiciones fisiológicas sin que sus órganos sufran. Se
                  compone de un depósito de chapa gruesa, en el que almaceno el aire bajo una presión de
                  cincuenta atmósferas. Ese depósito se fija a la espalda por me-dio de unos tirantes, igual
                  que un macuto de soldado. Su parte superior forma una caja de la que el aire, mantenido
                  por un mecanismo de fuelle, no puede escaparse más que a su tensión normal. En el aparato
                  Rouquayrol, tal como es empleado, dos tubos de caucho salen de la caja para acabar en una
                  especie de pabellón que aprisiona la nariz y la boca del operador; uno sirve para la
                  introducción del aire inspi-rado y el otro para la salida del aire expirado; es la lengua la que
                  cierra uno u otro según las necesidades de la respira-ción. Pero yo, que tengo que afrontar
                  presiones considera-bles en el fondo de los mares, he tenido que modificar ese sistema, con
                  la utilización de una esfera de cobre como esca-fandra. Es en esta esfera en la que
                  desembocan los tubos de inspiración y expiración

                   Muy bien, capitán Nemo, pero el aire que usted lleva debe usarse muy rápidamente y
                  cuando éste no contiene más de un quince por ciento de oxígeno se hace irrespirable.

                   Así es, pero ya le he dicho que las bombas del Nautilus me permiten almacenarlo bajo
                  una presión considerable, y en esas condiciones el depósito del aparato puede proveer aire
                  respirable durante nueve o diez horas.

                   Ninguna objeción ya por mi parte  respondí . Única-mente, quisiera saber, capitán,
                  cómo puede usted iluminar su camino por el fondo del océano.
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