Page 90 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Con el aparato Ruhmkorff, señor Aronnax. Si el otro se lleva a la espalda, éste se fija a la
cintura. Se compone de una pila Bunsen que yo pongo en actividad no con bicromato de
potasa, sino con sodio. Una bobina de inducción recoge la electricidad producida y la dirige
hacia una linterna de una disposición particular. En esta linterna hay una serpentina de
vidrio que contiene solamente un residuo de gas carbónico. Cuando el aparato funciona, el
gas se hace luminoso, dando una luz blanquecina y continua. Así equipado, respiro y veo.
Capitán Nemo, da usted tan abrumadoras respuestas a todas mis objeciones que no me
atrevo ya a dudar. Sin em-bargo, aunque obligado a admitir los aparatos Rouquayrol y
Ruhmkorff, me quedan algunas reservas acerca del fusil con el que va a armarme.
Por supuesto, no se trata de un fusil de pólvora respon-dió el capitán.
¿De aire?
' Claro es. ¿Cómo quiere que fabrique pólvora a bordo, sin tener aquí ni salitre, ni azufre
ni carbón?
Por otra parte dije , para tirar bajo el agua, en un me-dio que es ochocientas cincuenta
y cinco veces más denso que el aire, habría que vencer una resistencia considerable.
Eso no sería un obstáculo mayor. Hay ciertos cañones, perfeccionados después de Fulton
por los ingleses Philippe Coles y Burley, por el francés Furcy y por el italiano Landi, que
están provistos de un sistema particular de cierre y que pueden tirar en esas condiciones.
Pero, se lo repito, como ca-rezco de pólvora, la he reemplazado por aire comprimido que
me procuran en abundancia las bombas del Nautilus.
Pero ese aire debe gastarse rápidamente.
Mi depósito Rouquayrol puede proveerme de aire si es necesario. Basta para ello un grifo
ad hoc. Además, señor Aronnax, podrá usted comprobar por sí mismo que en estas cacerías
submarinas no se hace un consumo excesivo de aire ni de balas.
Pese a todo, me parece que en esa semioscuridad, y en medio de un líquido muy denso en
relación con la atmósfe-ra, los tiros no pueden ir muy lejos y deben ser difícilmente
mortales.
Al contrario, con este tipo de fusil todos los tiros son mortales, y todo animal tocado, por
ligeramente que sea, cae fulminado.
¿Por qué?
Porque no son balas ordinarias las que tira el fusil sino pequeñas cápsulas de vidrio
(inventadas por el químico austríaco Leniebrock) de las que tengo un considerable
aprovi-sionamiento. Estas cápsulas de vidrio, recubiertas por una armadura de acero, y
hechas más pesadas por un casquillo de plomo, son verdaderas botellitas de Leyde, en las