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que sucede en un gas dando la distribución de velocidades y ener-
                    gías de sus moléculas constituyentes, si a nivel macroscópico se le
                    puede describir igualmente midiendo sus propiedades termodiná-
                    micas tales como presión, temperatura o energía interna, y como
                    ambas son descripciones de una misma cosa,  entonces las dos
                    deben de estar relacionadas: debemos ser capaces de vincular, por
                    poner un caso, la temperatura de un gas con las propiedades me-
                    cánicas de las moléculas que lo componen. Es más, temperatura,
                    calor y trabajo no son más que la consecuencia a nivel macroscó-
                    pico de lo que ocurre en el interior del gas microscópicamente.
                        Esta interpretación del calor en términos de la constitución
                    molecular de la materia viene, como bien sabemos, desde tiempos
                    de Demócrito. Pero el primer planteanúento razonablemente serio
                    se lo debemos a John James Waterston (1811-1883), un ingeniero
                    de ferrocarriles escocés. En 1845 enviaba un ensayo a la Royal
                    Society en el que demostraba que la presión de un gas sobre las
                    paredes de un recipiente se podía explicar en función de los cho-
                    ques de las moléculas del gas contra ellas. Se trataba de un trabajo
                    que ponía las bases de la interpretación molecular del calor y,
                    con ello, el comienzo de una rama de la física llan1ada mecánica
                    estadística. El trabajo fue rechazado y archivado porque a los que
                    evaluaron su artículo les resultaba difícil creer que los átomos
                    se pudieran mover libremente por el interior del recipiente,  de
                    pared a pared, y que las propiedades de los gases se redujeran a
                    simple mecánica. W aterston también actuó con poca previsión al
                    olvidar mencionar que uno de los grandes científicos de todos los
                    tiempos, Daniel Bemoulli, profesor de Matemáticas y Física en la
                    Universidad de Basilea, había escrito algo parecido en su clásico
                    tratado de 1738, Hidrodinámica.
                        En el capítulo titulado «Sobre las propiedades y movimientos
                    de los fluidos elásticos [gases], y especialmente el aire», Bemoulli
                   proponía la hipótesis de que un gas era una colección de partícu-
                    las moviéndose muy rápidan1ente y que su presión era debida a los
                    choques de estas partículas contra las paredes de la vasija que lo
                    contiene, y suponiendo que su energía cinética era proporcional a
                   la temperatura, dedujo que la presión era así mismo proporcional
                    a la temperatura, que es la ley de Gay-Lussac. La hipótesis de Ber-





        112        CALOR, ENERGÍA, ENTROPÍA  Y ÁTOMOS
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