Page 24 - 22 Euler
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mayor masa de agua que Euler había visto en su vida era el Rin,
                    por lo que la auténtica navegación - como a todo buen suizo-
                    le quedaba un poco lejos.  Sea como fuere,  Euler se presentó al
                    concurso y, aunque no ganó, conquistó un envidiable accésit com-
                    partido y una cierta fama en la comunidad científica. El ganador
                    del concurso fue el eminente catedrático francés de veintiocho
                    años, Pierre Bouguer, especialista indiscutido en hidrodinámica.
                    Habiéndose leído con provecho obras de Varignon, Galileo, Des-
                    cartes, Newton, van Schooten, Hermann, Taylor,  Wallis y Jakob
                    Bemoulli, el joven y prometedor Euler empezaba a ofrecer deste-
                    llos de su genio.
                        Mientras tanto, varios destacados nombres de la comunidad
                    matemática internacional, en su mayoría de origen alemán o en la
                    órbita de influencia cultural germánica, estaban tejiendo una sutil
                    tela de araña desde Rusia con el objetivo de «fichar»  a la joven
                    promesa; en particular Christian Goldbach (1690-1764), con quien
                    Euler mantenía correspondencia desde hacía unos años y del que
                    se hablará en páginas posteriores.
                        El zar de Rusia, Pedro I (1672-1725), llamado «el Grande», era
                    un hombre de ideas prooccidentales y progresistas. Uno de los
                    modos con los que Pedro I pensaba occidentalizar su vasto reino
                    y situarlo en el mapa de los dominios civilizados era la creación
                    de una Academia de ciencias rusa, al estilo de las Academias de
                    París o Berlín o de la Royal Society, joyas del pensamiento ilus-
                    trado de su tiempo.
                        Para levantar su academia, Pedro I encomendó a sus agentes
                    la búsqueda de talentos dispuestos a emigrar a Rusia. Tanto Ni-
                    colaus II como Daniel Bemoulli, dos de los cuatro hijos µe  Jo-
                    hann, con quienes Euler había desarrollado una gran amistad y
                    que se encontraban ya en Rusia, en la futura sede de la ácad~mia,
                    San Petersburgo, recomendaron vivamente el fichaje  del joven
                                                                               --
                                                                        '.
                    Euler con el beneplácito de Goldbach. La súbita muerte de Nico-
                    laus 11,  víctima de un ataque de apendicitis, dejó una inesperada
                    vacante, que le fue  ofrecida rápidamente a Euler, quien aceptó.
                    En realidad lo hizo a regañadientes, pero la falta evidente de pers~
                    pectivas inmediatas en Basilea fue determinante para que deci-
                    diera instalarse en Rusia.






         24         BASILEA, CUNA DE  UN GRAN MATEMÁTICO
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