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llegaría a ser accesible. En diarios como el The New York Times
se pudo leer:
Ahora sabemos, por el calor que se libera en la desintegración, que
la cantidad de energía guardada en el núcleo es [ ... ] millones de
veces mayor que la generada por cualquier reacción química, como
la combustión de carbón.
El descubrimiento de Rutherford pondría a nuestra disposi-
ción «una fuente de energía casi inagotable que transcenderá por
completo cualquier cosa conocida hasta ahora».
En esa época, Rutherford estaba colaborando con la marina
del Reino Unido. Alternaba sus investigaciones con largas y te-
diosas reuniones. En una ocasión, sin embargo, envió el siguiente
telegrama para excusar su ausencia: «Si, como tengo razones para
creer, he desintegrado el núcleo de un átomo, esto tiene mucha
más significación para mí que la guerra». Rutherford había des-
gajado un fragmento del núcleo del átomo mientras el mundo se
había enzarzado literalmente en una guerra.
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Mientras que el Imperio austrohúngaro conquistaba Serbia, Ale-
mania se desplegaba sobre Francia, en un rápido y demoledor
ataque que situó al ejército a las puertas de París. Empezó en-
tonces la guerra de trincheras, una trampa mortal para millones
de jóvenes, donde avanzar unos pocos metros tenía un coste en
vidas hwnanas y materiales inimaginables. El número de cadáve-
res y víctimas en ese frente - muchos de ellos abandonados en la
campiña francesa- fue de cientos de miles, aunque, en realidad,
estos solo representan una pequeña parte de los nueve millones
de víctimas con las que se saldó la guerra.
Esta capacidad para matar y destruir alcanzada por los ejérci-
tos se debía principalmente al uso de nueva tecnología militar en
la que se aplicaban los últimos descubrimientos científicos. Fritz
112 HACIA LA ESCISIÓN DEL NÚCLEO