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efecto Compton ( según el cual la exposición con fotones en una
superficie metálica provoca la emergencia de electrones). Ener-
géticamente era una suposición incorrecta, dado que la masa de
un protón no es comparable con la de un electrón. La radiación
gamma no podía lograr el efecto observado. Algo no encajaba.
Chadwick tuvo noticias de los resultados obtenidos por los
franceses y los alemanes. Tras comentárselo a Rutherford, es-
tuvo de acuerdo en que había algún tipo de error, de modo que
Chadwick se dispuso a reproducir los experimentos para hallarlo
y amplió el número de objetivos a los que someter la radiación
alfa: no solo usó parafina, sino también berilio (véase la figura).
Los resultados comparativos -y también el hecho de darse
cuenta de que la radiación emergente era capaz de penetrar en
el plomo- le convencieron de que esta radiación en realidad se
componía de partículas neutras tan masivas como el protón. Con-
taba con una ventaja sobre los científicos alemanes y franceses:
su maestro había anticipado la existencia de los neutrones, y era
un tema sobre el que habían mantenido numerosas discusiones.
Esto le permitió identificarlos nada más verlos. Frédéric Joliot e
Irene Curie, en cambio, carecían de esos antecedentes y no fueron
capaces de interpretar correctamente la información (lo que les
costó un premio Nobel). Por fin, el rompecabezas atómico pare-
cía completarse. En 1932, Chadwick escribió un artículo en la
revista Nature titulado «Posible existencia del neutrón», donde
anunciaba su descubrimiento.
Para explicar el contexto de su fracaso, Frédéric Joliot ar-
guyó que aunque el mundo científico había ignorado las ideas de
Rutherford, estas seguían presentes en Cavendish, y esa ventaja
fue crucial para que Chadwick fuera el primero en demostrar la
manisfestación experimental del neutrón. Se diría que se trataba
de una partícula especialmente escurridiza y difícil de detectar
precisamente por aquello que la caracterizaba: la ausencia de
carga. En palabras del propio Frédéric:
Los viejos laboratorios con largas tradiciones siempre tienen rique-
zas escondidas. Ideas expresadas, en un tiempo pasado, por nuestros
profesores vivos o muertos, se repiten cientos de veces, y luego se
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