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velas brillaban más y  que la madera se quemaba más deprisa.
       Entonces probó él mismo a respirar ese aire, no observando de
       entrada ninguna sensación diferente a las que experimentaba al
       respirar aire común. No obstante, le pareció que sus pulmones se
       sentían más livianos después de haberlo respirado y vaticinó que
       ese «aire puro» podía ser usado en el futuro para tratar a perso-
       nas que padecieran enfermedades pulmonares. Según constató,
       «hasta el momento solo dos ratones y yo hemos tenido el privile-
       gio de respirarlo». Como se puede ver, los químicos de la época
       eran osados: respiraban una nueva sustancia tras haber probado
       su inocuidad solo en dos ratones.


               « Un conocimiento íntimo de lo que se ha hecho antes que
           nosotros no puede sino facilitar enormemente nuestro futuro
                   progreso, si no es absolutamente necesario para ello.»
                                                               -  JOSEPH  PRIESTLEY.

           Como se ha explicado anteriormente, en la teoría del flogisto
       se suponía que el aire tenía una cierta capacidad de absorber el flo-
       gisto desprendido tanto en la combustión como en la respiración,
       y cuando esta capacidad se saturaba -como una esponja empa-
       pada de agua- y ya no podía absorber más, entonces los animales
       morían o las llan1as se extinguían.  Como el «aire» obtenido por
       calentamiento de la cal de mercurio permitía que las velas ardieran
       mejor y que los ratones vivieran más tiempo, Priestley supuso que
       estaba completamente libre de flogisto,  por lo que lo llamó «aire
       deflogisticado», un aire libre del flogisto desprendido en los fuegos
       de los hornos y por la respiración. Así lo describió en una famosa
       carta escrita el 15 de marzo de 1775, en la cual decía que el aire
       desprendido al calentar la cal de mercurio era entre cinco y seis
       veces mejor para la respiración que el normal o atmosférico, tal y
       como había comprobado por el método del «aire nitroso».
           Mientras tanto, en Francia, Lavoisier había repetido el experi-
       mento de Priestley con la cal de mercurio, con el fin de comprobar
       su hipótesis de que en las cales de los metales había un aire que
       no era exactamente el «aire fijo» formado  en la reacción de la





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