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asidua o esporádica habían acudido a lo que llegó a ser uno de los
mejores laboratorios de química de Europa, lo que entonces signi-
ficaba del mundo. En las tertulias, la conversación versaba sobre
filosofía, arte, música, teatro o política, pero, obviamente, el terna
estrella era la ciencia. No en vano Lavoisier estaba montando el
laboratorio en el que se podían hacer las medidas más precisas de
todas las cantidades rnedibles, siendo la masa la primera de ellas.
Las balanzas de Lavoisier eran sus dispositivos más aprecia-
dos, porque a partir de ellos sentaría las bases de la nueva ciencia.
Asimismo, el laboratorio del Arsenal contaba con aparatos de vi-
drio y metal, hornos y otros sistemas de calentamiento, que perrni-
Pero las habilidades artísticas de Marie llegaron aún más lejos: representó el
papel de suma sacerdotisa que sacrificó el flogisto en el altar de la ciencia en
una representación cómica ideada por Antoine.
Marie, Antoine y un ayudante en un relieve del siglo x,x, obra de Louis-Ernest Barrías (Museo de Bellas
Artes, Grenoble).
EL OXÍGENO VENCE AL FLOGISTO 67