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la naturaleza desde un cierto punto de vista durante parte de sus
                        vidas, adoptan nuevas ideas solo con dificultad; llevará tiempo acep-
                        tar o rechazar las ideas que yo propongo. Mientras tanto veo con
                        satisfacción que los jóvenes que empiezan a estudiar la ciencia sin
                        perjuicios, así como los geómetras y los físicos, que examinan los
                        hechos químicos con mentes frescas, no creen en el flogisto.





                    EL AGUA

                    A pesar de  que  con esta publicación Lavoisier parecía haber
                    aclarado definitivamente lo que sucedía en los experimentos de
                    combustión, había una reacción que no terminaba de entender.
                    Nadie sabía qué pasaba cuando el «aire inflamable» (H )  ardía en
                                                                      2
                    aire común (0 + N )  o incluso en oxígeno (0 ). Parecía desapare-
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                    cer sin dejar rastro. Los maestros ingleses de los aires, Priestley
                    primero y Cavendish después, habían conseguido hacerlo arder
                    y ambos habían observado que aparecían unas diminutas gotas
                    de rocío tras la combustión, pero los gases desaparecían y en su
                    lugar no surgía ningún otro gas.  Cuando Priestley hizo saltar la
                    chispa que daba lugar a la combustión comprobó que la propor-
                    ción en la que se combinaban ambos gases era de 2:1, pero como
                    lo que intentaba averiguar con el experimento era si el fuego tenía
                    masa, no prestó atención al rocío.  Cavendish sí tuvo curiosidad
                    por saber qué era el rocío. No pudo resistir la tentación y lo probó,
                    cosa usual en los laboratorios de la época, que no contaban con
                    las modernas técnicas de  análisis químico de hoy día.  Así,  por
                    ejemplo, Scheele probó el ácido cianhídrico cuando lo sintetizó
                    por primera vez. Cavendish llegó a la conclusión de que el «rocío»
                    era algo menos peligroso que el HCN: era agua.
                        Cavendish dio una explicación rocambolesca a  los hechos
                    que observó: dijo que el «aire inflamable» (H )  era flogisto unido
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                    al agua y que el llamado por Priestley «aire deflogisticado» (0 )
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                    era en realidad agua privada de su flogisto. Cuando se hacía saltar
                    una chispa en un recipiente que los contenía a ambos, el primero
                    soltaba su flogisto,  que era tomado por el segundo, y aparecía el





         74         EL OXÍGENO VENCE AL FLOGISTO
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