Page 26 - 30 Cantor
P. 26

Es decir, el infinito siempre es en potencia, nunca en acto. A
                     lo largo de más de dos mil años, concretamente hasta mediados
                     del siglo XIX,  este rechazo aristotélico al infinito en acto fue soste-
                     nido por casi toda la ortodoxia del pensamiento occidental, tanto
                     filosófico corno matemático. Vale la pena entonces detenerse en el
                     análisis de al menos dos de los argumentos que expuso Aristóteles
                     para justificar su afirmación.


          «La expresión "existencia potencial" no se debe tomar en el
         sentido en que se dice, por ejemplo, "esto es potencialmente una
         estatua, y después será una estatua", pues no hay un infinito tal
         que después sea en acto.»
         -  ARISTÓTELES,  EN  FfSICA,  HABLANDO  DEL  INFINITO.

                         En primer lugar, en el Libro III de su Física, Aristóteles dice
                     que es inadmisible aceptar la existencia del infinito en acto porque
                     no hay en el universo un cuerpo cuyo volumen sea infinito en acto,
                     o un intervalo de tiempo cuya longitud sea actualmente infinita. En
                     una palabra, porque no existen magnitudes que sean infinitas en
                     acto. Aristóteles justifica esta inexistencia mediante argumentos
                     filosóficos. Sin embargo, no necesitarnos explayamos aquí en ellos
                     ya que, corno dijimos más arriba, la física moderna le da la razón.
                     Por ejemplo, si el universo tiene un volumen que es solamente in-
                     finito en potencia, entonces no puede contener en su interior un
                     cuerpo cuyo volumen sea infinito en acto.
                         Dado que no existen magnitudes infinitas, tampoco tiene sen-
                     tido hablar de «números infinitos en acto» o de «cantidades infi-
                     nitas en acto», pues esas cantidades infinitas no medirían nada en
                     absoluto, carecerían de todo sentido.
                         Comparemos estos argumentos aristotélicos ( que, corno diji-
                     mos, dominaron el pensamiento occidental durante milenios) con
                     la carta que citarnos al comienzo del capítulo, en la que Cantor le
                     decía a Dedekind que había podido alcanzar las «aclaraciones más
                     notables e inesperadas» en la teoría de los números infinitos. Esta
                     contradicción con las ideas de Aristóteles nos da un primer atisbo
                     de por qué la teoría de Cantor fue tan revolucionaria y resistida.






         26          EL COMIENZO DEL INFINITO
   21   22   23   24   25   26   27   28   29   30   31