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infinitos que se han tratado con anterioridad, deben entenderse en
        potencia, nunca en acto.
            Sin embargo, aunque el infinito en acto no se mencionaba en
        ellos, fue como consecuencia de esos primeros trabajos en Halle
        que comenzó a tomar forma en la mente de Cantor la idea de tra-
        bajar con el infinito actual. La primera aparición de ese concepto
        en sus trabajos científicos, aunque de manera muy disimulada,
        ocurrió en el artículo publicado en 1874 del que hablamos sucin-
        tamente en el capítulo anterior y al que volveremos en breve.
            Además de la publicación ya mencionada, que marcó un quie-
        bro en su carrera, el año de  187 4 trajo un acontecimiento muy
        importante para la vida personal de Cantor; el 9 de agosto se casó
        con Vally Guttmann, quien, como el propio Georg, era amante del
        arte y, además, había estudiado piano y canto. Pasaron su luna de
        miel en Interlaken, una ciudad turística de Suiza, y vale la pena
        mencionar, para comprender mejor el carácter de nuestro prota-
        gonista, que Cantor dedicó buena parte de ese tiempo a sostener
        discusiones matemáticas con Dedekind.
           Vally Guttmann y Georg Cantor tuvieron seis hijos,  cuatro
        niñas y dos niños, y el espíritu alegre de Vally,  un complemento
        importante para el carácter serio y adusto de Cantor, marcó el
        ambiente de su hogar, en el que, tal como era usual en aquella
        época en la casa de un profesor universitario alemán, se llevaba
        una muy activa vida social.





        EL INFINITO DE CANTOR

        Pasemos ahora a analizar el artículo que publicó Cantor en 187 4
        en el J ournal de Crelle y que llevaba por título « Über eine Eigens-
        chaft des Inbegriffes aller reellen algebraischen Zahlen»  [Sobre
       una propiedad característica de la totalidad de los números reales
        algebraicos]. Este trabajo contenía algunas de las ideas básicas
        de la que más tarde llegaría a ser su teoría del infinito, aunque,
       como ya mencionamos en el capítulo anterior, Karl Weierstrass
       le aconsejó que las disimulara y que, sobre todo, no pusiera de





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