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y concisos, por lo que podía resultar negativo para la imagen de
       la teoría de conjuntos. Mittag-Leffler le escribió a Cantor que pu-
       blicar demasiado sin presentar resultados tangibles podía llevar a
       su teoría al descrédito, y que en ese caso quizá tendrían que pasar
       más de cien años hasta que sus ideas fueran redescubiertas. Pero
       Cantor tomó a mal la recomendación de Mittag-Leffler, pues la
       interpretó en el sentido de que terúa que esperar cien años para
       publicar sus ideas:


           ¡De haberle hecho caso a Mittag-Leffler, debería haber esperado has-
                                                            .
           ta el año 1984, lo que me pareció una demanda excesiva! [ .. ) Pero,
           por supuesto, no quiero volver a saber nada de Acta Mathematica.

           Cantor escribió estas palabras en 1885 y a partir de ese mo-
       mento interrumpió toda relación con Mittag-Leffler; además, fiel
       a lo que había escrito, nunca volvió a enviar un trabajo a Acta
       Mathematica. El artículo «Principios de una teoría de los tipos de
       orden» jamás fue publicado.
           En esa época, Cantor estaba pasando por uno de los períodos
       más oscuros de su vida. Abandonado, según él lo entendía, por
       Dedekind, acosado por sus detractores, cerrado su acceso larga-
       mente deseado a Berlín o a Gotinga, e imposibilitado de crear un
       polo de poder en Halle,  en mayo de 1884 cayó en una profunda
       depresión de la que tardaría mucho tiempo en recuperarse. La ver-
       dad es que la creatividad matemática que había brillado en 1883 en
       los «Fundamentos para una teoría general de variedades» se había
       apagado y no renacería hasta la década de 1890.
           En esos años intermedios, Cantor publicó algunos artículos
       en los que exploraba, con escaso éxito, consecuencias filosóficas,
       así como posibles aplicaciones a la física de su teoría del infinito.
       También se obsesionó con la idea de que las obras de William
       Shakespeare habían sido escritas en realidad por Francis Bacon,
       una teoría que surgió a mediados del siglo XVIII y que es conside-
       rada absurda por muchos estudiosos, aunque en la actualidad tiene
       todavía algunos seguidores. Cantor gastó una considerable canti-
       dad de dinero en la adquisición de ediciones antiguas de las obras
       de Shakespeare y finalmente publicó tres monografías al respecto.





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