Page 30 - 21 Faraday
P. 30
mientras recordaba cómo su padre le había salvado la vida cuando
él estuvo a punto de caer por un agujero de las tablas del viejo gra-
nero en Newington, Faraday tomó la determinación de que desa-
rrollaría su mente todo cuanto pudiera para convertirse en un gran
filósofo de la naturaleza. Continuaría trabajando en la encuaderna-
ción para sostener a su familia, pero simultáneamente trataría de
alcanzar nuevos finisterres intelectuales, a pesar de sus orígenes
humildes y de la arrogancia del estamento científico de sangre azul
de su época, caracterizada por una lucha de clases en la que las
primeras gentes comunes se atrevían a mejorar su posición social
revelándose contra el statuo quo. La chispa de la vida de Galvani,
la muerte de su padre, sus lecturas en la tienda de Riebau mientras
encuadernaba libros dirigidos a otras personas, sus clases con el
profesor Tatum ... todo ello espoleó el joven espíritu de Faraday.
Pero las cosas no le iban a resultar tan fáciles, dado que tuvo
que empezar a contribuir más a nivel económico a fin de mantener
a su familia, y todo cuanto le rodeaba parecía confabularse para
que continuara en exclusiva con su trabajo como encuadernador,
siendo un engranaje más de la populosa Londres. Su sueño de
convertirse en científico empezaba a ser cada vez más irrealiza-
ble. Apenas tenía tiempo libre, era consciente de que, progresi-
vamente, debería trabajar más horas; su madre y sus hern1anos
dependían de él. Los filósofos de la naturaleza jamás debían aca-
rrear semejantes cargas. De modo que, ciertamente, resultaba ab-
surdo soñar con convertirse en uno.
Y entonces sucedió una de esas coincidencias que cambian
bruscamente el rumbo de los acontecimientos. Un hombre lla-
mado Dance Junr, miembro de la Royal Institution, entró un día en
la librería de Riebau. Junr se interesó por uno de los libros encua-
dernados por Faraday: era muy llamativo y recargado, y contenía
las notas que el propio Faraday había ido tomando en las confe-
rencias de Tatum. Junr solicitó llevarse el libro unos días para
poder leerlo con detenimiento, y Riebau se lo permitió. Al cabo de
unas semanas, el libro regresó a la librería, pero entre sus páginas
había cuatro trozos de papel. Faraday, atónito, descubrió que esos
papeles eran entradas de regalo para asistir a la próxima serie de
conferencias públicas de Humphry Davy. Un obsequio como caído
30 BUSCANDO LA CHISPA DIVINA