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HUMPHRY DAVY, EL PROTECTOR DE FARADAY
Con ciertos paralelismos biográficos con
su ayudante y protegido Michael Fara-
day, sir Humprhy Davy había nacido en
una familia humilde de Penzance, Corn-
wall, el 17 de diciembre de 1778. Su padre
era tallador de madera, y Davy se vio
obligado a convertirse en aprendiz de
boticario. Sin embargo, a partir de 1797,
inspirado por un texto de química del
francés Antoine Lavoisier, Davy tomó la
determinación de iniciar una carrera
como químico. Al finalizar su etapa como
aprendiz de boticario, Davy fue aceptado
como ayudante por un médico que había
establecido una institución para el estu-
dio de las propiedades terapéuticas de
los gases. Con solo veinte años, Davy ya
era superintendente de la institución, realizando experimentos que demostra-
ron lo erróneo de la teoría del calórico, precisamente propuesta por el autor
que le había inspirado para dedicarse a la química: Lavoisier. Dicha teoría
proponía que todo cuerpo tiene determinada cantidad de calórico (sustancia
indestructible responsable del calor), y que el cambio de temperatura que
sobreviene al poner en contacto dos cuerpos a temperatura distinta es una
simple transferencia de calórico. Tras demostrar que frotando dos pedazos
de hielo entre sí, también se fundían, a pesar de que ambos cuerpos no tenían
suficiente calórico para llegar a fundirse, Davy creyó que en realidad el calor
debía de constituir alguna forma de movimiento.
Miembro de la Royal lnstitution
Convertido ya en conferenciante en la Royal lnstitution, en 1813 publicó un
libro que, por primera vez, trataba sobre el tema de la aplicación de la quími-
ca a la agricultura. Con todo, el campo donde más destacó Davy fue en el de
la electricidad, construyendo, por ejemplo, la batería más potente del mundo,
confeccionada con más de 250 placas metálicas. Este gigantesco ingenio fue
empleado por Davy para aislar nuevas sustancias, como el potasio, el sodio,
el bario, el estroncio, el calcio y el magnesio. A causa de un accidental enve-
nenamiento químico, en 1811, Davy quedó inválido. Un año después, su vista
quedaría dañada como consecuencia de una explosión de tricloruro de nitró-
geno. Murió en Ginebra el 29 de mayo de 1829, después de viajar por innume-
rables países para compartir sus conocimientos con otros científicos y ser
nombrado presidente de la Royal Society.
BUSCANDO LA CHISPA DIVINA 31