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mentos. Y es que, ante todo, Faraday fue más un experimentador
que un teórico. Así pues, mientras encuadernaba y leía libros, Rie-
bau, que consideraba adorables aquellos sueños del joven Faraday
por desentrañar los misterios de la naturaleza, permitió que trans-
formara parte de la librería en un laboratorio improvisado del que
podía disfrutar tras concluir su jornada laboral. Era un laboratorio
muy rudimentario, pero tras empezar a llevar a cabo sus primeros
experimentos, inspirado por las lecturas de los libros que encua-
dernaba, Faraday empezó a sentirse como un auténtico científico.
Incluso ya entonces logró construir un generador electrostático,
un dispositivo manual que creaba chispas de electricidad estática.
La sede de la Royal Institution quedaba muy cerca de la li-
brería de Riebau. Allí era donde ofrecía conferencias públicas el
famoso químico y director de la institución, Humphry Davy, que
se había ido convirtiendo poco a poco en el héroe intelectual del
joven. Pero Faraday era tan pobre que no podía permitirse adquirir
entradas para dichas conferencias. En aquella época, convertirse
en científico era análogo a convertirse en príncipe, pues la ciencia
era sumamente elitista y todavía no era una profesión remunerada,
lo cual implicaba que los únicos que podían dedicarse a ella eran
las gentes bien educadas y adineradas. La antítesis de Faraday.
Lo único que podía permitirse Faraday era unirse a un grupo
de discusión compuesto en gran parte por trabajadores jóvenes
que aspiraban a mejorar su situación social. Los miércoles, a las
8 de la noche, Faraday también acudía a casa de un maestro de
ciencia llamado John Tatum por un chelín a la semana. En aque-
llas reuniones, Tatum o alguno de los asistentes ofrecía una charla
sobre un asunto de su propia elección. Un día le llegó el tumo a
Faraday, que disertó acerca de la electricidad. Fue la primera vez
que el joven aspirante a científico recibió una entusiasta felicita-
. ción por su labor.
Faraday se sentía exultante en el terreno profesional, pero
no tanto en el familiar, pues su padre se encontraba gravemente
enfermo, lo cual había obligado a la familia a mudarse a un piso
mejor situado, más cerca del centro de la ciudad. A pesar de todo,
James falleció a los pocos meses, cuando su hijo contaba solo con
diecinueve años.
28 BUSCANDO LA CHISPA DIVINA