Page 34 - 21 Faraday
P. 34
Con veintiún años de edad, Faraday se presentó ante Davy
para solicitar ser su aprendiz, pero Davy tuvo que rechazarlo
porque no había ningún puesto en la institución. El joven quedó
desolado. Ante sí tenía la condena eterna del mismo trabajo de
oficial de encuadernador. Pero cosas del destino, resultó que el
ayudante de Davy fue despedido por pelearse en la sala de confe-
rencias principal, y Davy finalmente aceptó acoger a Faraday bajo
su tutela. Tal vez se había aventurado a aceptar a aquel joven sin
experiencia porque su historia personal era muy similar: también
con veintidós años, Davy fue aceptado como conferenciante en la
Royal Institution por parte de Rumford, su fundador, a pesar de
que era un joven provinciano y Rumford dudaba de su valía.
Davy solo le podía ofrecer trabajar como ayudante de labo-
ratorio. Era un trabajo muy sencillo, el más bajo de la escala de
toda la Royal Institution. Sin embargo, Faraday lo aceptó. Era su
oportunidad para rodearse de gente inteligente, disponer de un
gran laboratorio donde aprender de Davy y, sobre todo, subir
un pequeño escalón en su clase social.
PRIMEROS ATISBOS ELÉCTRICOS
Por primera vez, a Faraday también se le brindaba la posibilidad
de escudriñar el fenómeno de la electricidad, aquel sueño de su
juventud. Un objetivo que también compartía un físico que vivía
en Dinamarca: Hans Christian Oersted (1777-1851).
En 1820, Oersted había descubierto que una corriente eléc-
trica hacía que la aguja de una brújula se moviera ligeramente,
como si la propia corriente se comportara como un imán. Este
descubrimiento, lejos de arredrar a Faraday, le insufló mayor con-
vicción a propósito de la naturaleza profunda del magnetismo y la
electricidad. Todo parecía indicar que ambas fuerzas eran inter-
cambiables, pero aún no se sabía cómo. Si bien la electricidad se
podía comportar como un imán, quedaba por demostrar que el
magnetismo podía comportarse como la electricidad. O en otras
palabras: ¿sería posible producir electricidad con un imán?
34 BUSCANDO LA CHISPA DIVINA