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Además de una mente menos influida por el paradigma cientí-
        fico vigente, Faraday tenía otra ventaja frente al resto de científicos
         contemporáneos: era un sandemaniano de insaciable curiosidad
        que sencillamente buscaba a Dios a través de las leyes de la natu-
        raleza. Unas leyes, suponía, que tenían que ser comprensibles, lo
         cual representaba otra chispa de inspiración para Faraday.

                         «Las obras naturales de Dios nunca pueden entrar
                          en contradicción con las cosas más elevadas que
                                   pertenecen a nuestra existencia futura.»

                                                                -  MICHAEL  FARADAY.
            Leyendo al francés André-Marie Ampere (1775-1836), advirtió
        que este ya había establecido una conexión entre el magnetismo
        y la electricidad. Debido a que los textos de Ampere le resultaban
        casi indescifrables a causa del alto nivel de matemáticas con el
        que se expresaba, no acababa de entender la hipótesis del cientí-
        fico francés de que la electricidad era el flujo de alguna clase de
        fluido dentro de los alambres, y de que dicho fluido podría mode-
        larse matemáticamente para descubrir el origen del magnetismo.
        De modo que Faraday se enfrentó a aquel misterio usando como
        base otro texto, aunque no precisamente científico, lo que le aca-
        rreó no pocas críticas de sus contemporáneos: la lectura sande-
        maniana de la Biblia.





        LA SECTA CRISTIANA

        Muchos son los científicos que, ante sus descubrimientos, se sien-
        ten solo como un pequeño engranaje más de una larga cadena
        de otros descubrimientos. A su vez, dichos hallazgos no solo son
        fruto  del esfuerzo intelectual sino del azar.  Por ejemplo,  Alan
        Lloyd Hodgkin (1914-1998),  premio Nobel de Fisiología, sentía
        cierta culpa por recibir él todo el reconocimiento de sus descu-
        brimientos, cuando gran parte de ellos nacían de la casualidad y la






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