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aprieta: todavía no había producido ninguna obra mayor en nin-
                    guno de los campos que había tentado. El comité de Zúrich pidió
                    un informe sobre el físico vienés a Sommerfeld, que lo caracte-
                    rizó en dos palabras: «Una cabeza de primera clase, muy sólido
                    y crítico».  En su elogio no asomaba la creatividad. Al  final,  la
                    balanza se inclinó en favor de Schrodinger. La amplitud de su
                    registro parecía capaz de contentar a todos. El comité de selec-
                    ción valoró en particular su investigación sobre la percepción de
                    los colores, ya que su nombramiento permitiría «la celebración
                    de conferencias sobre biometría, tan ansiadas por los biólogos
                    desde hace mucho tiempo».
                        Cuando se presentó en Zúrich,  a  mediados de  octubre de
                    1921,  el peso de los lutos y las mudanzas lo habían dejado ago-
                    tado.  «Estaba de verdad tan kaputt -reconoció- que ya no se
                    me ocurrían ideas sensatas.» La tuberculosis aprovechó la debili-
                    dad para amagar de nuevo con una infección pulmonar y, al poco
                    de ocupar su nuevo puesto en la universidad, tuvo que pedir la
                    baja para someterse a una cura de reposo absoluto en el balneario
                    alpino de Arosa. Se reincorporó al trabajo siete meses después, en
                    noviembre de 1922. Siguió un año estéril, en el que no publicó un
                    solo artículo. Teniendo en cuenta sus treinta y seis años, una edad
                    a la que el vigor creativo de muchos físicos se seca, se podía pen-
                    sar que su carrera científica había tocado a su fin.





                    LA MÚSICA DE LOS ÁTOMOS

                    En los sólidos y los líquidos los átomos gozan de escasa libertad,
                    ya que sus movimientos se ven constreñidos por la interacción
                    electromagnética, que los liga con fuerza entre sí. Esta influencia
                    mutua, que acopla el destino de billones de núcleos y electrones
                    -como los que componían las paredes del horno de Planck- in-
                    troduce un factor de complejidad que desaparece en los gases,
                    cuyas moléculas se pueden considerar con frecuencia casi inde-
                    pendientes. En los sólidos y líquidos, la materia no solo atiende a
                    la luz, sino que mantiene una conversación intensa con el resto de






         58         LA ECUACIÓN DE ONDAS
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