Page 62 - 07 Schrödinger
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constante, los electrones tampoco se pueden permitir un minuto
de reposo. Sin embargo, se enfrentan a un problema desconocido
para la Luna: su carga eléctrica. Según la teoría de Maxwell, las
cargas aceleradas emiten luz y, por tanto, el movimiento les roba
energía. La sangría energética transforma la órbita del electrón
en una espiral suicida hacia el núcleo. Los augurios de Maxwell
condenaban al universo a una extinción melodramática: todos
los electrones se acabarían estrellando contra los núcleos, ani-
quilándose con un estallido de luz cegadora transcurridos 10-s s.
La idea resultaba sobrecogedora, pero los segundos pasaban y
los átomos del universo, lejos de colapsar, exhibían una estabili-
dad inquebrantable. A cambio de sacar al modelo de Rutherford
del atolladero, Bohr le impuso una serie de obligaciones. No las
justificó y, al contrario de lo que sucede con los axiomas de la
geometría euclídea, estaban muy lejos de satisfacer al sentido
común.
Podemos resumir así su pliego de condiciones:
- Los electrones no tienen a su disposición todo el espacio
que los rodea. Solo pueden girar en órbitas circulares, si-
tuadas a determinadas distancias del núcleo. Esta era una
premisa cuántica: el radio de la órbita no admitía una serie
continua de valores, sino que daba saltos.
- Mientras el electrón permanece en una órbita, se suspende
la electrodinán1ica de Maxwell: no emite luz ni pierde ener-
gía. Se encuentra en lo que se conoce como un estado es-
tacionario.
- A cada órbita le corresponde un valor diferente de la ener-
gía, de modo que la cuantización del espacio lleva aparejada
una cuantización de la energía. Esta última aumenta con la
distancia al núcleo, así que el estado fundamental, menos
energético, coincide con el más próximo al protón.
- El electrón no está condenado a vagar ad eternum en su
órbita. Se permite su mudanza, siempre y cuando se tras-
62 LA ECUACIÓN DE ONDAS