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carretera la que se desliza bajo las
       ruedas de su vehículo, desde la pers-
       pectiva del electrón, era el núcleo el
       que giraba a su alrededor, una carga
       positiva  en movimiento  que  debía
       crear un  campo  magnético.  En  el
       fondo,  los problemas de  la estruc-
       tura fina y de la relatividad estaban
       íntimamente relacionados.
           El primer paso, antes de cambiar
       de paradigma, era peñeccionar, hasta          Números cuánticos
       donde diera de sí, el que ya se tenía.   Tamaño (n)   Forma (/)  Inclinación (m)
       A esa tarea se aplicó con entusiasmo              0
       Arnold  Sommeñeld,  un  hombre  de
       extraordinario encanto personal que
       lucía en la frente un recuerdo de sus excesos estudiantiles: la cica-  Un esquema
                                                                     del modelo de
       triz que le habían abierto durante un duelo de esgrima. Sommeñeld   Sommerfeld,
       estaba convencido de que había que añadir estructura al átomo,   donde se
                                                                     observa que las
       para que diera cuenta de la riqueza de líneas de la estructura fina.   trayectorias de los
                                                                     electrones pueden
       Comenzó aceptando órbitas con formas elípticas, lo que, a su vez,   ser circulares
       le permitía jugar con las orientaciones. Asoció nuevos parámetros   o elípticas.
                                                                     El  número
       a estos nuevos atributos, números enteros relacionados entre sí que   cuántico n se
       se sumaban al que había introducido Balmer.                   relaciona con
                                                                     el tamaño de las
           Así, n pasaba a ser el número cuántico principal, que propor-  órbitas, con
                                                                     la forma de las
       cionaba una idea del tamaño de la órbita. Un n pequeño correspon-  elipses y con
       día a un electrón que habitara cerca del núcleo, mientras que uno   su  inclinación.
       grande lo situaba en la periferia del átomo. El siguiente número
       cuántico, l, determinaba el achatamiento de las elipses. El tercer
       número, m, apuntaba en qué direcciones se orientaban las órbitas
       (véase la figura).
           Con todo, tras la reforma orbital, el átomo de Sommeñeld
       seguía arrojando los mismos niveles de energía que el de Bohr.
       Por tanto, en las transiciones generaba fotones con las mismas
       frecuencias,  que al proyectarse contra una pantalla dibujarían
       las mismas líneas espectrales. Había llegado el momento de con-
       vocar a la relatividad especial. Según la teoría de Einstein, los
                                                                 2
       cuerpos cambian de masa (y,  por tanto,  de  energía: E= m c )





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