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fuera de la imagen una serie de cuestiones, que directamente no
                     se abordaban. Como apuntó el matemático inglés James Jeans:
                     «La única razón para aceptar [ ... ] estas hipótesis es muy poderosa:
                     su éxito». Sin embargo, pasada la euforia inicial adquirieron peso
                     las suspicacias teóricas, centradas en lo que se ignoraba, que que-
                     daba barrido bajo la alfombra de los postulados. Schrodinger re-
                     sumió con acierto la situación:


                         [ .. ] mientras que describía hasta el último detalle los llamados estados
                          .
                         estacionarios; en los que se halla el átomo habitualmente, es decir,
                         en los períodos comparativamente poco interesantes cuando nada
                         sucede, la teoría guardaba silencio sobre los períodos de transición
                         o «saltos cuánticos», como se comenzaban a denominar entonces.

                         El modelo sunúa al átomo bajo una luz estroboscópica, donde
                     los electrones se recolocaban en los interludios de oscuridad,
                     pero nunca eran sorprendidos en mitad del proceso. Bohr era el
                     primero en reconocer sus limitaciones: «No pretendo que este mo-
                     delo sea verdaderamente una explicación; no he dicho nada sobre
                     por qué se emite la radiación».
                         Al margen de la razón de los postulados, estos solo alcanza-
                     ban a descifrar los átomos con un solo electrón, es decir, el hidró-
                     geno y una larga serie de iones positivos, como el He+ ( un átomo
                     de helio que ha perdido un electrón), el Li++ (un átomo de litio que
                     ha perdido dos electrones), etc. A medida que las técnicas analíti-
                     cas se depuraban, como ocurrió en los laboratorios al sustituir los
                     prismas por redes de difracción, se descubrió que las líneas cono-
                     cidas de los espectros en realidad se componían de agrupaciones
                     de líneas más débiles. Ese conjunto de nuevas frecuencias inte-
                     graba la estructura fina de los elementos y el átomo de Bohr no
                     tenía nada que decir sobre ellas.
                         Desde un punto de vista teórico se le podían sacar aún más
                     pegas. Se había estimado que el electrón orbitaba alrededor del
                     núcleo a una velocidad aproximada de 1 % la de la luz. Una frac-
                     ción suficiente para que se manifestaran efectos relativistas, que
                     brillaban por su ausencia en el modelo. Este tampoco tomaba en
                     consideración otro aspecto:  igual que para el conductor es la





          66         LA ECUACIÓN DE ONDAS
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