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                                              Siempre pensó que 'll' representaba la
                                              distribución  de  carga  del  electrón,
                                              como si la partícula, lejos de ser pun-
                                              tual,  se  diseminara por el  espacio.
                 x,
                                              Como el agua de un cubo que se de-
                                              rrama  en  el  suelo,  acumulándose
                                              entre  los  baldosines  y  evitando  las
                                              prominencias,  creando  charcos  en
                                              las  pequeñas  depresiones,  la carga
                                              eléctrica se concentraba más en unos
                                              puntos,  en otros menos. La función
                                              de  onda levantaba un mapa del  re-
                                              parto de densidades.  En el carácter
                                              de Schr6dinger convergía un tempe-
                                              ramento formado al calor de la física
          Perturbación   clásica y el convencimiento de que su imaginería tradicional nau-
       ondulatoria· que se
             propaga   fragaba en los dominios del átomo.  Él vislumbró una salida al
        confinada dentro   abandonar la noción intuitiva de partícula: «Los puntos materia-
       de unos límites,  de
        modo parecido a   les se componen de, o no son otra cosa que, ondas». El universo
       como lo haría una   se componía de un tejido de perturbaciones ondulatorias, que a
             partícula.
                     menudo se concentraban en determinadas regiones del espacio,
                     creando la ilusión, desde la distancia macroscópica, de corpús-
                     culos. Los matemáticos pueden jugar con las interferencias cons-
                     tructivas y destructivas de las ondas, sumándolas y obligándolas
                     a adoptar casi cualquier forma que deseen, en particular la de un
                     grumo o, en un lenguaje técnico, de un paquete de ondas (véase
                     la figura).
                         El problema radica en que, en general, no es posible mantener
                     la cohesión de la estructura a medida que se desplaza, y se ter-
                     mina deshaciendo por el camino, como un iceberg rumbo al ecua-
                     dor. Las ondas tienden a dispersarse ante el menor accidente y el
                     paquete, a abrirse, un comportamiento muy distinto al que exhi-
                     ben las partículas cuando se relacionan con su entorno. Pasados
                     cuatro días,  un electrón confinado  dentro  del volumen  de un
                     átomo podría esparcirse a lo largo y ancho de todo el sistema
                     solar. El problema volvía a ser, como con De Broglie, ~onizar
                     dos modos de ser antagónicos: la onda y la partícula.





          92         LA  ECUACIÓN DE ONDAS
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